Por: Juan Carlos García • Colombia.com

El huevo, la cáscara de la discordia

Jamás alguien imaginaría que las gallinas pudiesen volar pero tampoco ese mismo alguien imaginaria que el huevo, ese que blanco es, gallina lo pone y frito se come, estuviese por las nubes.

Actualización
El huevo es uno de los productos esenciales de la canasta familiar colombiana. Foto: Shutterstock
El huevo es uno de los productos esenciales de la canasta familiar colombiana. Foto: Shutterstock

Jamás alguien imaginaría que las gallinas pudiesen volar pero tampoco ese mismo alguien imaginaria que el huevo, ese que blanco es, gallina lo pone y frito se come, estuviese por las nubes.

En épocas en donde la situación de la economía se pone color de hormiga y en donde comer carne cuesta un “huevo” de plata, la ingesta de proteína se sustenta en este común alimento de plumífero origen cuyo precio por estos días anda volando alto.

Pero para este ovoide contenedor de yemas es necesario hacer las cuentas claras: un huevo, es decir una unidad puede tranquilamente costar $500, esto dependiendo de si es doble AA (Doble A), AAA (Triple AAA), Extra, blanco, colorado y del lugar y la estratificación barrial en que se encuentre.

Colombia es tradicionalmente un país de gran producción avícola, tanto así que exporta importantes cantidades de pollos y huevos al mercado latinoamericano ocupando los primeros lugares en el ranking zonal. Se habla de superproducción, aumenta el número de productos pero nunca desciende su precio, algo similar a lo que ocurre con el petróleo en este país del "Sagrado Corazón".

Esta realidad entierra por completo ese dicho según el cual “a precio de huevo” es barato porque ahora cuando escuche que algún artículo se encuentra a precio de huevo significa que es costoso.

Los paladares más exquisitos disfrutan casi de manera mística con excepcionales, costosos y exóticos platillos y viandas que son placer para los sentidos, pero no hay experiencia más sagrada y sabrosa que antojarse de un arrocito que sobró del almuerzo acompañado con un par de huevitos fritos mientras se ve la televisión o se da rienda suelta a la locha un fin de semana a las 5 de la tarde.

Foto: Shutterstock
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Entonces uno se dirige a la cocina y encuentra la coca de los huevos vacía pero antes de ir volado a la tienda, esconde el arrocito que tiene matices de casi pega para que nadie se lo meriende. “Don pachito regáleme dos huevitos”, uno sabe que le entregó al tendero una moneda de $1000 que no quiso rebeldemente donar a la alcancía, recoge las vueltas sin mirar y con agua en la boca se apresta a preparar rápidamente ese apetecido bocatto di cardenale criollo.

Arrocito en punto de cucayo mezclado con huevito medio aguadito pero con los bordes bien tostaditos, eso sí es sabor que vale la pena todos los sacrificios. Luego de alcanzar el nirvana gastronómico se mete uno la mano al bolsillo esperando encontrar las moneditas de las vueltas para comprar unos dulcesitos, también en la tienda de don pachito. ¡Oh sorpresa!, una solitaria monedita de $200 acompaña al triste fundillo y es allí cuando se comienza a echar cacúmen.

Foto: Shutterstock
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Según mis matemáticas avanzadas solo enseñadas en la NASA, si compré dos huevos con una moneda de mil pesos y me devolvieron doscientos es porque o don pachito es muy carero o seré el próximo 'Premio Nobel'. ¡Cuatrocientos pesos por un huevo!, ¡qué va, tienen huevo ahora ni huevo se puede comer!

Así es mis amigos, que la gallina de los huevos de oro salió volando hace rato y así como vamos será necesario eliminar el huevo del bistec a caballo o hasta al mismo bistec.

Recemos para que la canasta familiar encuentre pista y aterrice de una vez porque anda muy pero muy alto.