Las tejedoras de Mampuján ganadoras del 'Premio Nacional de Paz'

Desde el día que los habitantes de Mampuján tuvieron que sufrir las torturas, amenazas y el desalojó de sus tierras por parte del grupo paramilitar Auc, el dolor y las imágenes de ese día no se han borrado; no obstante un grupo de mujeres encontraron en  la técnica de tejido (quilt o colcha) la manera de sanar y luchar contra el olvido del trágico día.

Los talleres de costura impartidos una pastora norteamericana, Teresa Geiser, quien trabajaba para la ONG Sembrando Semillas de Paz, sirvió para idear tapices que contarán la historia de dolor y desalojo de su comunidad, de esta iniciativa nació  la Asociación para la Vida Digna y Solidaria (Asvidas), desde donde se originó “Mujeres tejiendo sueños y sabores de paz” dirijida por las víctimas de Mampuján, esta organización tiene como propósito adelantar procesos que ayuden a  la reconciliación, reparación y generación de proyectos que aporten garantías económicas.

Su labor las ha llevado a distintos territorios del país donde el paramilitarismo también dejó una huella e historias que pueden ser contadas a través de sus tejidos, el trabajo de estas mujeres son muestra de la recuperación de la memoria histórica, tejido social y apoyo a las víctimas, lo cual las hizo merecedoras de 'Premio Nacional de Paz'.  

El día en el que el terror se apodero de Mampuján

El 10 de marzo del 2000, varios camiones descendieron  a  Mampuján (norte de Bolívar) con hombres armados que integraban el bloque Héroes de Montes de María de las Auc. Allí  el grupo ilegal rompió con la tranquilidad que se vivía en el corregimiento, convocó a todos los habitantes a la plaza central en donde fueron amenazados de muerte y torturados por  ser auxiliadores de la guerrilla.

El miedo entre la población era inminente, puesto que sabían que hace solo un mes atrás las Auc habían cometido la masacre del Salado en donde al menos  habían asesinado 100 personas, ese día en Mampuján fueron asesinados 12 campesinos sin compasión; sin embargo, la extraña llamada al comandante hizo que diera la orden que se les “perdonara” la vida pero con la condición de que debían abandonar en unas horas el corregimiento.

La invasión paramilitar dejó a más de 250 familias que hasta el momento no han podido regresar a su tierra de donde fueron sacados sin la más mínima piedad, con el corazón arraigados a la su pueblo  y la esperanza de algún día regresar.

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