Wbeimar Sánchez, el colombiano que lucha contra el Ébola en África

Por estos días, los medio de comunicación registran la epidemia del ébola en buena parte del mundo,  no obstante, en medio de tanto pánico, hay historias excepcionales, entre ellas, la del doctor Wbeimar Sánchez Bustamente, paisa de 30 años.

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Por estos días, los medio de comunicación registran la epidemia del ébola en buena parte del mundo,  no obstante, en medio de tanto pánico, hay historias excepcionales, entre ellas, la del doctor Wbeimar Sánchez Bustamente, paisa de 30 años.

El Doctor Sánchez es graduado de la Universidad de Antioquia, especializado en preparativos para emergencias y desastres de la universidad CES y voluntario de la Cruz Roja Colombiana desde que tiene 15 años.

A comienzos de agosto, Wbeimar salió de su consultorio en el hospital de Santa Margarita de Copacabana, Antioquia, hizo maletas y se fue para Sierra Leona. Cuando muchos iban de salida, él iba llegando. Tres semanas después, VICE lo localizó en un pequeño pueblo en el oriente de Sierra Leona. Y en medio de grandes dificultades de comunicación, logramos hablar con él sobre la epidemia, su trabajo y lo que le espera en un par de semanas, cuando regrese a casa.

Wbeimar, ¿dónde estás en estos momentos?

Actualmente estoy en una ciudad secundaria de Sierra Leona llamada Kenema, a cinco horas por tierra de Freetown, y a tres horas y media de la frontera con Guinea. Kenema es una ciudad pequeña, con muchas carencias, como muchas de las ciudades secundarias en estos países en vía de desarrollo. Estoy con un equipo de la Cruz Roja ubicado en un centro de retiro católico. Aquí tenemos nuestras oficinas y nos hospedamos.

Háblame más en detalle del equipo del que haces parte…

La Federación como tal tiene unos sistemas de respuesta internacionales a desastres o a situaciones humanitarias llamados unidades de respuesta de emergencias (ERU, por sus siglas en inglés). Yo hago parte de una unidad de aproximadamente 20 personas de la Cruz Roja española, aunque tenemos personal de otras partes de Europa, África y Australia.

Sé que llegaste el 8 de agosto y recientemente estuviste recibiendo entrenamiento en un centro de atención en una ciudad llamada Kailahun… ¿Ahora a qué está dedicado tu equipo en Kenema?

El hospital de Kenema ha sido muy afectado. No solo ha recibido gran cantidad de pacientes, sino que muchos miembros del personal médico contrajeron la enfermedad. Varios de ellos murieron, a otros les dio miedo y se fueron, eso hizo que el hospital tuviera una crisis de personal. Así que primero llegamos a apoyarlos. Luego, con el paso de los días, nos dimos cuenta de que las personas con otro tipo de dolencias estaban dejando de ir al hospital porque estaban asustados. Así que decidimos bajarle la presión al hospital y construir un centro de atención exclusivo para enfermos de ébola. En esas estamos.

¿Es cierto que hay unas zonas del país cerradas y acordonadas? ¿Una suerte de “zona de ébola”?

Hablar de una "zona de ébola" es difícil, pero es verdad que las fronteras con Guinea y Liberia están cerradas y que hay una limitación de la movilidad en las zonas más afectadas. Acá no hay cuarentena. La ciudad se mueve normal, uno ve cantidad de gente en la calle, en los mercados... Pero sí se limita la movilidad de los ciudadanos en ciertas áreas…

En el área en la que estoy, las zonas limitadas son las poblaciones de Bo, Kenema y Kailahu. Para los particulares, el paso es restringido de una ciudad a otra y hacia la capital. Por supuesto, el transporte de alimentos y los vehículos de ayuda no tienen limitación.

Además de la construcción del hospital, ¿están atendiendo pacientes?

En el hospital de Kenema estamos apoyando la fase de clasificación inicial, que nosotros llamamos triage, en la que determinamos si el paciente tiene el virus o no. En dos semanas, aproximadamente, esperamos tener el hospital finalizado; allá trataremos a todos los pacientes de ébola y así el hospital de Kenema podrá enfocarse en otras tareas.  

¿Cómo se trata a una persona contagiada con el virus?

Por un lado, nos concentramos en la rehidratación, ya sea oral o por vía venosa, es muy importante. También controlamos los síntomas: el dolor, el vómito y, en caso de que se presenten, las convulsiones y las hemorragias.

¿Hay cura para el ébola? ¿Cómo es la vida de un sobreviviente?

No hay cura para el evento agudo; lo importante es superar los días críticos. Después de eso, la vida vuelve a la normalidad, el virus desaparece por completo del cuerpo, salvo el caso del semen. La vida de estás personas es completamente normal, salvo por las secuelas psicológicas que pudieran quedar.

¿Cómo te ha ido con el trato de los pacientes?

Es complicado. Comenzando porque en estos momentos estamos en época de invierno y, aunque no hace tanto calor, es muy húmedo. Para entrar en contacto con los pacientes debo utilizar un equipo y una vestimenta especial. Consiste en un traje de protección parecido al de los de quienes trabajan en centrales químicas, incluyendo máscara, gafas de protección, botas de caucho… Imagina eso: el calor, la deshidratación, la excesiva sudoración…. Y ahora súmale el estrés que genera el hecho de estar tratando con una enfermedad que tiene un índice alto de contagio, un índice alto de mortalidad, y unos pacientes en condiciones muy complicadas que uno sabe que pueden morir.

¿Cómo puedo ayudar en esta crisis?

Dando un mensaje de no pánico y de no estigmatización. Incluso ante la lejana posibilidad de que en Colombia suframos de una epidemia de ébola, es totalmente combatible. Lo otro es que hay instituciones como la Cruz Roja Colombiana que están siempre listas para intervenir en este tipo de crisis. Eso requiere recursos de todo tipo: las personas pueden aportar su tiempo, su conocimiento o sus recursos económicos para que este tipo de instituciones puedan prestar una mejor ayuda a aquellos que son más vulnerables.

Si tuvieras escoger una, ¿cuál ha sido la gran lección que has tenido estas tres semanas?

Que la verdadera fuerza de la humanidad es ofrecer ayuda a quien lo necesita. Cuando paso en el carro por las calles y los niños nos ven, nos saludan y nos gritan "pomoi", que significa hombre blanco en kriol, uno de los idiomas de acá. Se les nota la alegría y la nobleza, sin ningún prejuicio. Eso llena el corazón.

Informacion de vice.com