Las impresoras 3D se acercan al uso doméstico

Parece una película de ciencia ficción pero hace años que las impresoras de tres dimensiones (3D) se usan en la industria, aunque faltaba el salto a lo doméstico.

Foto: EFE
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Parece una película de ciencia ficción pero hace años que las impresoras de tres dimensiones (3D) se usan en la industria, aunque faltaba el salto a lo doméstico.

Hace unos días, tres emprendedores de Monovar (Alicante) lanzaban el proyecto demicromecenazgo (crowdfunding) de Lewihe, un modelo de impresora en 3D que baja el precio de estos aparatos a 500 dólares, aproximadamente 370 euros. El funcionamiento de estas máquinas es mucho más fácil de lo que parece, cualquiera se puede descargar un diseño de internet o crear uno propio con un programa de diseño.

Siguiendo este modelo y dividiéndolo en capas horizontales, las impresoras 3D utilizan materiales como el nailon, el metal o distintos tipos de plásticos, para crear de la nada el objeto que quieras. “Si se te rompe el asa para abrir la nevera, te descargas el molde de internet y te haces una nueva del color que quieras”, ha explicado uno de los creadores de Lewihe, José Manuel Quiles, en una entrevista con EFE.

Las posibilidades son infinitas: bisutería, juguetes y prótesis… son solo algunas. En China ya hay una empresa que construye casas de hasta 200 metros capa a capa con una de estas impresoras. El reto radica ahora en convertir las impresoras 3D en un aparato doméstico más, una idea que pasa por abaratar los precios que suelen rondar entre 700 y 1.500 dólares. “Hace falta que baje el precio de los componentes. Con impresoras a 200 o 300 dólares, se masificaría el mercado”, ha señalado Quiles, quien ha afirmado que eso “sería una revolución casi como la del móvil, porque podrías hacerte lo que quisieras en casa y a muy bajo precio”.

Ésta es la base de Lewihe, la impresora creada por Juan Tendero, Jordi Tendero y José Manuel Quiles. “Nuestra idea es que cualquiera pueda trabajar con la máquina, llegar a casa y hacerse, por ejemplo, unas zapatillas”, según Quiles. Las posibilidades en internet son infinitas: hay cientos de diseños preparados para cargar a la impresora y fabricar desde zapatos, esculturas y juguetes hasta piezas mecánicas por precios que en la mayoría de casos no superaran el euro.

Entre los objetos más extraños fabricados por estas impresoras se encuentran una guitarra eléctrica, una casa de los canales de Amsterdam, una estatua de Thomas Jefferson o una prótesis de mandíbula. “Normalmente, cuando a alguien le enseñas una impresora 3D se asombra”, dice Quiles, pero lo cierto es que, según el estudio de Juniper Research, una de las empresas líder en el análisis de nuevas tecnologías, “la venta de impresoras 3D para uso doméstico superará el millón para 2018″. Este informe también confirma la opinión de los fabricantes de Lewihe: “Falta publicidad, la gente no sabe mucho de lo que es una impresora 3D, ni de las posibilidades que tiene”.

En un par de semanas, Lewihe ha sobrepasado la barrera de los 9.000 dólares en su micromecenazgo; sin embargo, este proyecto todavía está lejos de alcanzar los 60.000 dólares que tiene como meta. Sus impulsores planean vender 500 unidades de este invento, que tiene como novedad la posibilidad de imprimir dos tipos de materiales, rígido y flexible, algo que hasta ahora solo era posible modificando la impresora original con paquetes extra. Pero también cobran cada vez más importancia los nuevos materiales de impresión, ya que permiten nuevas características de flexibilidad, adaptación y dureza.

Las aplicaciones de las impresoras 3D avanzan a pasos agigantados, desde el uso médico de los materiales biocompatibles hasta zapatillas y juguetes diseñados por uno mismo e impresos en casa, lo que representa un futuro lleno de posibilidades que ya no parece tan lejano. EFE