Con Carnaval de Negros y Blancos, se rinde culto a las razas

El Carnaval de Negros y Blancos, que celebra todo el Suroccidente colombiano, tiene un antiguo ritual.

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El Carnaval de Negros y Blancos, que celebra todo el Suroccidente colombiano, tiene un antiguo ritual.

El Suroccidente de Colombia se alebresta en el Carnaval de Negros y Blancos, que no es sólo de Pasto.

Desde Palmira y Candelaria hacia el sur, entre las dos cordilleras, en casi todos los pueblos de Valle, Cauca y Nariño, la gente celebra y así las llamen de otra manera, como Fiestas de Pubenza, en Popayán, el festejo es en esencia el mismo, así algunos aspectos de la celebración cambien.

Los Carnavales de Negros y Blancos, así como el de Riosucio (que hasta 1905 perteneció al Cauca), fueron en sus orígenes Fiestas de Reyes Magos que, al perder la parte sagrada, se transformaron en festejos populares.

Y como todo carnaval, encierran un rito, en este caso el juego. Las colectividades enteras juegan: un día son todos negritos; al día siguiente son todos blanquitos, con lo cual, sin saberlo, rinden culto a las razas africana y española.

Lo indígena se manifiesta en las danzas, los instrumentos y los ritmos musicales, las artesanías, las facciones de las figuras de las carrozas, los trajes.
Más profundamente, en los cultos a la tierra de indios pastos y quillacingas, que por esta época recogían sus cosechas, agradecían a la luna por su abundancia y rogaban al sol que alumbrara sus cultivos.
Primero fueron los negros

A comienzos del Siglo XVII, la población esclava del Nuevo Mundo aumentó en número. Los africanos se agruparon en naciones y conformaron sociedades secretas para preservar sus culturas y para evitar rebeliones, la Corona Española estableció que con motivo de dos festividades religiosas los negros tendrían ciertas libertades.

Las festividades eran el Corpus Christi en junio, o Reyes Magos en enero. Uno de esos dos días los esclavos llevaban a cabo rituales, usaban atuendos propios y rendían culto a los antepasados. Los españoles no comprendían el alcance de tales “mojigangas” y las consideraban como algo pintoresco o también cosa del Diablo.

Para la Gobernación de Popayán, el rey determinó que los esclavos celebraran el 5 de enero, la Víspera de Reyes, porque el 6 había fiesta solemne y se escenificaba el Auto Sagrado de los Reyes Magos, una representación teatral que estuvo vigente en Cali hasta mediado el Siglo XX. Además, era el día en que los blancos, en especial los notables, que salían a la procesión de Reyes con sus mejores galas.

Dice la tradición oral que cuando se divulgó por bando la real disposición, los esclavos de la gobernación salieron a las calles a bailar y pintaron de negro las fachadas blancas. Así comenzó a configurarse el Día de Negritos, del cual hay referencias ya en 1854.

Varios decenios después surgiría el Día de los Blancos: las crónicas regionales lo sitúan el 6 de enero de 1912, cuando en una prestigiosa casa de citas de Pasto, la de las señoritas Robby, el sastre Ángel María López Zarama tomó la polvera francesa de una de las ‘muchachas’ más cotizadas y untó con polvo perfumado a todos los presentes, al grito “¡vivan los blanquitos!”, parodiando el juego de negritos.

La broma gustó y los clientes del encopetado lupanar salieron a la calle a untar a las buenas gentes que salían de la Misa de Reyes, dando origen a una tradición que se extendió por todo el Suroccidente, “del puente para allá”.

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