LA MADREMONTE

Dama del Bosque - Leyenda

Dama del Bosque – Shutterstock

Está vestida de hojas y de líquenes, vive en la profundidad de los bosques. La cabellera, víctima de soles y lunas, le oculta el rostro, ese es su enigma. Podemos escuchar el grito de fiera entre los árboles, ver la silueta que se pierde en la espesura, pero nadie ha visto nunca su rostro cubierto de musgo y sombra.

La Madremonte ama las grandes piedras de los ríos, construye sus aposentos en los nacimientos de las quebradas, se distrae con el silbido de las mirlas y los azulejos. Algunos han creído escucharla cuando imita el canto de los grillos, en las tardes de verano, y cuando persigue las luciérnagas en las noches sin luna.

Como vigilante de las selvas, la Madremonte cuida que no desaparezcan la lluvia ni el viento, orienta los periodos de celo de los animales del monte, grita de dolor cuando cae alguna criatura de su dominio. Por eso, odia a los leñadores y persigue a los cazadores: a todos aquellos que violan los recintos secretos de las montañas.

Cuando la Madremonte está poseída de furia dicen, los que han padecido su venganza, que se transforma: los ojos despiden candela y con las manos de puro hueso, se agita de rabia entre los matorrales. Se desencadenan entonces, los vientos y las tormentas. Los ríos y las quebradas traen inundaciones, arrasan las cosechas y el ganado. Todo parece como si se anunciara el estremecimiento de la tierra y los astros.