Gabriel García Márquez, el colombiano universal

El hijo de un telegrafista y un ama de casa se convirtió en el mejor embajador de Colombia ante el mundo al ganar el Premio Nobel de Literatura de 1982. 

Gabriel García Márquez. Foto: EFE
Gabriel García Márquez. Foto: EFE

El hijo de un telegrafista y un ama de casa se convirtió en el mejor embajador de Colombia ante el mundo al ganar el Premio Nobel de Literatura de 1982. 

El hijo de un telegrafista y un ama de casa se convirtió en el mejor embajador de Colombia ante el mundo al ganar el Premio Nobel de Literatura de 1982 y retratar de forma sin igual el embrujo del Caribe y las alegrías y desdichas del país en el que nació.

El mayor de los once hijos de Gabriel Eligio García y Luisa Santiaga Márquez nació en la hirviente localidad de Aracataca, en el norteño departamento de Magdalena, cercana a la Sierra Nevada de Santa Marta, semilla del mítico pueblo Macondo de "Cien años de soledad" (1967), novela con la que este colombiano se convirtió en orgullo del país y en icono de la literatura universal.

Pese a que se fue a vivir a México hace más de medio siglo, Gabriel José de la Concordia García Márquez siempre estuvo cerca de Colombia opinando y tratando de aportar algo para construir un país que siempre parece estar en "obra negra".

"Gabo ha sido siempre colombiano, muy vinculado a su país, a su región Caribe, a su pueblo natal Aracataca al que nunca perdió de vista", declaró recientemente a Efe uno de sus amigos de toda la vida y compadre, el escritor, periodista y diplomático Plinio Auleyo Mendoza.

Su relación con Colombia siempre fue estrecha, pasaba temporadas en su casa en Cartagena de Indias y, sin importarle quien fuera el inquilino de la Casa de Nariño, sede del Ejecutivo, estuvo siempre dispuesto a ayudar, nunca a ejercer un papel de opositor, como tampoco ocupó jamás un cargo público pese a que alguna vez un presidente le ofreció ser cónsul en Barcelona.

Gabo, que sorprendió al mundo no solo con el realismo mágico de sus novelas sino por recibir el Nobel usando un "liqui-liqui", traje blanco típico del Caribe, se aventuró en los temas de la anhelada paz de Colombia e incluso llegó a definirse como un "conspirador por la paz".

Conocida fue su estrecha relación con el líder cubano Fidel Castro, lo que permitió que la isla fuera escenario de reuniones sobre Colombia en distintas épocas.

La última vez que se conoció de sus mediaciones fue hace nueve años, en el Gobierno de Álvaro Uribe (2002-2010), para un acercamiento con la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN).

Igualmente se hizo presente en enero de 1999, como invitado especial, en el inicio de los frustrados diálogos del Gobierno de Andrés Pastrana (1998-2002) con las FARC en San Vicente del Caguán, sur del país, y en la Administración de Belisario Betancur (1982-1986) apoyó el proceso que concluyó con la entrega de armas del Movimiento 19 de Abril (M-19).

En 1994, García Márquez integró la Misión de Ciencia, Educación y Desarrollo, creada por diez "sabios", a los que el Gobierno pidió reflexionar y dar recomendaciones sobre el futuro del país en esos campos.

"Nuestra educación conformista y represiva parece concebida para que los niños se adapten por la fuerza a un país que no fue pensado para ellos, en lugar de poner al país al alcance de ellos para que lo transformen y lo engrandezcan", expresó en ese momento.

Su sentimiento de colombiano lo manifestó en una carta firmada en marzo de 2001 junto a otros seis intelectuales del país en contra de la exigencia del visado para visitar España como parte del espacio Schengen.

En la carta, dirigida al entonces presidente del Gobierno español José María Aznar, el Nobel anunciaba que mientras estuviera vigente la exigencia del visado él y los demás firmantes no volverían a visitar la península Ibérica.

Firmaron junto con García Márquez el pintor y escultor Fernando Botero y los escritores Álvaro Mutis, Fernando Vallejo, William Ospina, Darío Jaramillo Agudelo y Héctor Abad Faciolince.

En su discurso de aceptación del Nobel, en diciembre de 1982, titulado "La soledad de América Latina", habló de la dramática realidad de esta parte del mundo y se definió como un "colombiano errante y nostálgico", pero en realidad ese día el hijo del telegrafista de Aracataca estaba entrando para la posteridad como el más universal de los colombianos. EFE