Así explica la ciencia la muerte de Jesús

Investigadores explican cuatro posibles causas sobre la muerte de Cristo ante el terrible sufrimiento que sintió en la cruz.

Foto: Pixabay
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Investigadores explican cuatro posibles causas sobre la muerte de Cristo ante el terrible sufrimiento que sintió en la cruz.

La mayoría de personas ya conocen cómo relata el Evangelio la impactante muerte de Jesús y la conmoción que generó en el mundo entero.

Sin embargo, varios historiadores profesionales no se quedan solo con esta versión, sino que se han dedicado en el transcurso de su vida a investigar sobre una causa objetiva, sin ningún interés personal sobre el asunto.

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Exhaustivas y asombrosas investigaciones científicas junto con análisis netamente médicos y académicos han logrado obtener las 4 causas de la muerte de Jesús.

“La crucifixión era una condena tan terrible que a Jesús le desmembró los órganos corporales. De lejos se le podían contar los huesos y las costillas”, explicó Flavio Josefo, un respetado cronista del paganismo.

Por otro lado, el médico Edward Albury, decano universitario en Oxford, y sobrino del legendario historiador inglés Arnold Toynbee, dice que Jesús sufrió una hemorragia terrible, que le causó a su organismo cuatro efectos principales:

1. Desmayos y colapsos fugaces, pero constantes, a causa de la baja presión sanguínea que presentaba desde el momento que lo estaban azotando en el palacio de Pilato. Esos desmayos fueron los que lo hicieron caer al suelo varias veces mientras iba caminando.

2. Sus riñones dejaron de funcionar, un daño que le no le permitió conservar el poco líquido que le quedaba en el cuerpo.

3. Lo más probable es que sufrió una terrible arritmia cardíaca, con el corazón desbocado, tratando de bombear afanosamente la sangre que ya no tenía.

4. Su cuerpo estaba ansiando líquidos para reponer la sangre perdida, por eso exclamó “tengo sed”.

Los látigos con los que provocaron esos enormes moretones en su espalda, son tiras de cuero que llevan colgadas bolas metálicas, según informa Cayo Graciano, un historiador romado que logró entrevistar a varios testigos presenciales del momento.

“Cuando llegó al monte, el Nazareno, que además era muy flaco, tenía la espalda tan desgarrada que quienes estaban más cerca de él dicen que pudieron verle algunos fragmentos de la columna vertebral, a pesar de los borbotones de sangre que le brotaban”, detalla Graciano.

Pero... ¿Cómo pudo soportar tanto dolor? En esa época nisiquiera existía una palabra para describirlo, fue después de diecinueve siglos que inventaron el término apropiado para referirse a ese tipo de dolor insoportable  y es 'dolor excruciante', traducido al lenguaje corriente es ese dolor que se siente en la cruz. “Dolor atroz, insoportable y agonizante”, así lo describe la  Academia Inglesa de Medicina.

Gracias a las investigaciones científicas se logró descubrir que los clavos no le fueron puestos en las palmas de las manos, primero se aclaró que la palabra manos se escribía 'manibus', pero no se refería precisamente a las manos, sino al antebrazo en general.

Nicu Haas, profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén, dirigió una cuidadosa investigación con la que demostró que si a Jesús lo hubieran clavado en la palma de las manos, el peso del cuerpo, por ley de gravedad, lo habría empujado hacia adelante y, con toda seguridad, se habría desclavado, cayendo al suelo.

Incluso, en 1968, arqueólogos hallaron al norte de Jerusalén varios de los clavos que se usaban para las crucifixiones en tiempos de Cristo y se dieron cuenta que eran más largos de lo normal, lo que parece demostrar que fueron usados para atravesar las muñecas y no las palmas.

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