Por: Juan Carlos García Sierra • Colombia.com

Campeones del ciclismo y la imprudencia

Colombia, país de montañas y cumbres empinadas, carreteras sinuosas y campeones que bajo el rótulo de escarabajos persiguen la gloria en los caminos del mundo, pero en nuestras calles existen otros que sin figurar en equipos europeos no persiguen más que a camiones, buses, motocicletas y vehículos de todo tipo, ellos son nuestros ciclistas diarios.

Pedalear es muy sano pero también es un asunto de respeto por los demás. Foto: Shutterstock
Pedalear es muy sano pero también es un asunto de respeto por los demás. Foto: Shutterstock

Colombia, país de montañas y cumbres empinadas, carreteras sinuosas y campeones que bajo el rótulo de escarabajos persiguen la gloria en los caminos del mundo, pero en nuestras calles existen otros que sin figurar en equipos europeos no persiguen más que a camiones, buses, motocicletas y vehículos de todo tipo, ellos son nuestros ciclistas diarios.

La bicicleta, el famoso caballito de acero ha retomado su importancia porque es un vehículo que no contamina el ambiente, porque es barato y porque jamás pasará de moda. La bicicleta no es solo un vehículo de transporte de masas, también es una herramienta de trabajo.

Obreros, operarios, ejecutivos, deportistas y domiciliarios pedalean sin cesar en esta urbe conglomerada a la que no le cabe un automóvil más y en donde por culpa de los trancones es posible gastar 5 horas diarias a bordo de automóvil particular o unidad de transporte público viajando entre el lugar de trabajo o estudio y el lugar de residencia.

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Pedalear en las calles del país es un asunto que cada vez se vuelve más complicado debido a las dificultades que ofrece el tráfico y el estado de las vías, parece que conductores de todo tipo de vehículos se disputasen el derecho a transitar imponiendo su ley e irrespetando a quien se cruce en su camino. Claro está, no podemos generalizar, existen muchos conductores que respetan cabalmente la ley y se preocupan por los demás, pero hay algunos que se creen pilotos de rally o de carreras y convierten las calles en una pista, por tal razón y sin temor a las equivocaciones son considerados como asesinos en potencia.

Un conductor de vehículo a motor a excepción de los motociclistas tiene ventaja sobre los demás debido a que lo protege una combinación de materiales que pueden resguardarlo de un choque o siniestro pero un ciclista no y tristemente las cifras de pedalistas que perecen en accidentes en las vías, en lugar de disminuir parecen aumentar, esto se debe al aumento de biciusuarios y a sus actos de imprudencia pero también a la falta de tolerancia y buen transitar de otros conductores.

Muchas ciudades cuentan con vías exclusivas para el tránsito de ciclistas o ciclorrutas pero no son utilizadas porque según estos usuarios no permiten alcanzar la velocidad que sí otorga la calle o porque el mal estado de algunas de estas representa un obstáculo. Aún los ciclistas no cumplen con las normas básicas de seguridad, no usan casco ni elementos reflectivos que permitan identificarlos especialmente en horas de la noche y muy pocos conocen y respetan las señales de tránsito y los semáforos.

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Pero aunque todos los conductores de vehículos a motor están expuestos o son propensos a los accidentes, son los peatones sus víctimas principales y ahora a estos últimos se les suma un enemigo más: se trata de los propios ciclistas. Los ciclistas ya no solo se desplazan por las calles y por las ciclorrutas, ahora se mueven sin sonrojo por los andenes o aceras y puentes peatonales sin importarles quienes caminen por allí, no tienen consideración por niños y ancianos y se desplazan a gran velocidad creyendo ganar una etapa contrarreloj del Tour de Francia o La vuelta a Colombia.

¿Quién controla esto?

Pues parece que las autoridades se ven limitadas en cuanto a número de efectivos que hagan cumplir la ley y por el número de ciclistas que como marea humana pedalean a diario. Todos, conductores y peatones debemos acatar las normas pero debe existir todo un proceso cultural y pedagógico que sumado a una verdadera política de autoridad hagan que el tránsito de bicicletas sea parecido a aquel de las ciudades europeas que tanto envidiamos.

¡Qué viva la bicicleta!, pero que también vivan quienes pedaleamos y caminamos junto a ella, transitemos con calma y recordemos que todos queremos llegar sanos a casa porque siempre hay alguien que nos espera, no juguemos con nuestra vida ni con la de otros.

Pedalear es muy sano pero también es un asunto de respeto por los demás.