DEJA VU (DEJA VU )

Todo el mundo ha experimentado alguna vez esa sensación de “déjà vu”, la sensación de haber vivido algo antes de que suceda. Sin embargo, en el film Déjà vu, ésta no es más que un truco del director Tony Scott para confundir al público. Toda la expectativa con la que llega el espectador común queda anclada cuando empieza a desarrollarse una historia que tiene un guión ingenioso pero que cae en lo absurdo. Un Deja vu, por así decirlo, en dirección contraria se presenta cuando el agente Doug Carlin (Denzel Washington) investiga la explosión de una bomba en un Ferry de Nueva Orleáns y está a punto de descubrir que lo que para la mayoría de la gente está sólo en su imaginación y que lo llevará, en el camino a salvar cientos de vidas humanas. Carlin descubre que el FBI ha fabricado una máquina que permite ver por medio de satélites, lo que pasó cuatro días antes de cualquier evento. Una idea que durante la película se convierte en algo torpe que no permite que se clasifique en el género de la ciencia ficción, sino en un producto comercial que tiene como excusa un efecto de la mente del ser humano para nombrar a la azotada nueva Orleáns. Imágenes y escenas bien logradas, una actuación clásica de Denzel Washington y una destacada de Jim Caviezel que logra transmitir esa esencia vertical del terrorista. Con “Déjà vu”, su director Tony Scott se deseprende de otras películas suyas como “Enemigo público”, “Marea Roja”, “Top gun” o “El fuego de la venganza”. Muestra una historia impredecible que necesita de concentración y atención total del espectador para entender una película que termina por dejarle una pregunta: ¿Qué quiso decir Scott? Por Liliana Matos