Ladrón piadoso: roba teléfono celular en iglesia y se bendice al pasar frente al altar

La delincuencia en Colombia no tiene respeto y así como puede ser violenta también puede ser desfachatada, pues no tiene reparos para ingresar al lugar más insospechado y hacer gala de su habilidad para consumar sus fechorías.

En el municipio de Bello en el muy católico departamento de Antioquia, un ladrón que pasaba frente a la iglesia vio que esta se encontraba abierta y decidió ingresar, pero no para elevar una plegaria al cielo y pedir a todos los santos que lo sacara del mal camino, sino todo lo contrario, para mantenerlo transitando sobre él con manos y pasos rápidos.

El amigo de lo ajeno entró a la parroquia Nuestro Amigo Jesús en Bello y contrariamente al nombre del municipio del norte del Valle de Aburrá, optó por hacer algo muy feo y aprovechar la tranquilidad y paz del templo para mirar si de pronto se encontraba por ahí ´enredada´ alguna cosita que pudiese vender después.

Con la iglesia casi vacía el ladrón se dio cuenta que la sacristía tenía la misma condición y además se encontraba abierta, y como único custodio tenía al gran crucifijo frente al altar, entonces entró a ella, vio un celular, posiblemente el del sacerdote o el del sacristán, y sin problema lo tomó.

Play para ver el video

Ladrón, pero agradecido

El ladrón salió rápido y sin hacer ruido, pero la frescura de este hombre fue que al pasar por el altar se persignó, quizás para disimular ante los feligreses que comenzaban a llegar al templo, o talvez porque quería agradecer que ´tenía trabajito´.

El ´piadoso´ delincuente salió con total tranquilidad dando por demostrado que en Colombia la delincuencia se roba hasta los huecos de las calles, por eso ni en una iglesia se puede estar seguro, y aunque algunas bandas acostumbren a robar con armas de fuego, hay algunos que al parecer solo cargan un escapulario y mucha habilidad.

Hace unas semanas fueron asaltadas unas mujeres que realizaban oración en una pequeña capilla de una iglesia de la ciudad de Bogotá, las mujeres vecinas de un barrio del occidente de la capital de la República realizaban en la tarde de un día normal y soleado sus plegarias en el pequeño espacio destinado para la adoración del santísimo.

Entre padrenuestros y avemarías un ladrón ingresó al lugar y de inmediato mostró a las mujeres un arma blanca y amenazó con hacerles daño si no le entregaban sus teléfonos celulares, cosa que se produjo de forma inmediata y que permitió al delincuente abandonar el lugar sin miedo a Dios o la Policía.

Las mujeres pasaron el susto de sus vidas, pero en lugar de abandonar el pequeño recinto prefirieron continuar dentro de él para agradecer a Dios por evitar que fueran agredidas por el ladrón de celulares.