Juez Sotomayor, primera jueza latina en la historia del Tribunal Supremo de EE.U rinde "tributo" a los latinos

Sonia Sotomayor, tomará juramento al vicepresidente Joe Biden y aseguró que es un "tributo a la comunidad latina" en este país.

Sonia Sotomayor, la primera jueza latina en la historia del Tribunal Supremo de EE.UU. Foto: EFE
Sonia Sotomayor, la primera jueza latina en la historia del Tribunal Supremo de EE.UU. Foto: EFE

Sonia Sotomayor, tomará juramento al vicepresidente Joe Biden y aseguró que es un "tributo a la comunidad latina" en este país.

Al crecer en un barrio pobre del Bronx, en Nueva York, "ambas cosas jamás se me cruzaron por la mente, y cada una en sí era igual de improbable", aseguró Sotomayor entre risas.

"Es un tributo a la comunidad latina, a cuán importantes nos hemos convertido en Estados Unidos que a un vicepresidente de EE.UU. le haya parecido apropiado pedirle a la primera jueza latina del Tribunal Supremo que le tome juramento", observó Sotomayor, en una entrevista bilingüe en el marco de la promoción de sus memorias.

"Hemos llegado a un punto tan grande que una niña de padres puertorriqueños pueda estar frente al país y el mundo, tomando el juramento del vicepresidente", recalcó Sotomayor, una de los nueve jueces vitalicios del Supremo.

Sotomayor tomará juramento a Biden el próximo domingo, en una ceremonia privada, y el lunes, en una ceremonia pública ante unas 800.000 personas en el Capitolio.

La narrativa de Sotomayor, de 58 años, es una historia de "sí se puede" alcanzar el "Sueño Americano" y que fue posible gracias a la lucha por la integración racial en EE.UU.

A lo largo de 316 páginas en el libro titulado "Mi mundo adorado" ("My Beloved World"), Sotomayor cuenta que supo desde niña que quería ser juez, y que su tenacidad la hizo superar las barreras de la pobreza y las adversidades en el seno de un hogar con un padre alcohólico y una madre a veces distante.

En sus memorias, cargadas de una franqueza que desarma, habla de sus inseguridades y temores, sus vivencias en el Bronx, las peleas de sus padres, el alcoholismo y muerte de su padre, su manejo de la diabetes y su "extraordinario viaje" hasta la máxima corte de EE.UU.

Aunque la franqueza conlleva cierta dosis de "vulnerabilidad", Sotomayor explica que busca alentar a quienes afrontan retos a que persigan sus sueños.

"Siento una obligación muy grande de demostrar mi valor porque cada vez que uno de nosotros fracasa, se considera como si toda nuestra comunidad fracasa, y todos tenemos obligación de trabajar duro para lograr el éxito y dejar la puerta abierta a quienes nos siguen", dice.

Si ahora la vida le sonríe, Sotomayor antes fue objeto de recelos e insultos por ser hispana, pero se graduó de las prestigiosas universidades de Princeton y Yale gracias a su tenacidad y al programa de "acción afirmativa", que busca remediar la desigualdad racial en el acceso a la educación superior.

Pese a los logros del movimiento de los derechos civiles, "aún tenemos mucho que recorrer hasta alcanzar la equidad que se nos promete tanto en la Constitución como el tejido de la vida estadounidense", asegura.

La jueza evade hablar de casos ante el Supremo y, por ahora, descarta escribir otro libro -"que me pregunten en cien años!", dice- o pensar sobre su legado porque "apenas comienzo mi carrera como jueza" en la máxima corte.

Como hija de Celina y Juan, dos puertorriqueños que emigraron a EE.UU. en 1944 tras la Segunda Guerra Mundial, Sotomayor creció hablando español con ellos y su hermano menor en el pequeño apartamento del Bronx, y conserva sus vínculos con la cultura e identidad boricua.

"Tengo un corazón puertorriqueño y eso significa tener un corazón que canta mi lenguaje, se conmueve con su poesía, ama sus valores, su familia, es todo lo que es Sonia", señala la juez, cuyo libro incluye un poema del emblemático poeta boricua José Gautier Benítez.

Sotomayor recuerda las "veladas", los juegos de dominó y la música y comida en casa de su "abuelita" pero, entre risas, subraya que nunca aprendió a bailar.

"La gente dice que bailo salsa. Lo que hago es seguir a los bailadores", bromea.

En el libro, Sotomayor no esconde el dolor de las decepciones y pérdidas, como su divorcio tras un breve matrimonio, la muerte de su padre cuando tenía 9 años y, muy poco después, la de su bisabuela.

Su madre, enfermera de profesión y a veces distante, lloró al leerlo, asegura.

"Mi madre y yo nos embarcamos en este camino juntas, creciendo y aprendiendo a ser abiertas. Escribí el libro porque no quiero que la gente idealice a otros... para que toda madre que lucha con sus hijos para tener una mejor relación entienda que no existe una vida perfecta", comenta.

Su vida también estuvo marcada por el temor a su propia mortalidad, ya que desde los 8 años de edad ha tenido que inyectarse insulina a diario para controlar la diabetes.

En una ocasión, sufrió un bajón de azúcar en una fiesta "y allí me di cuenta de que podía haber muerto en los brazos de mi amiga más cercana, y que no sería su culpa porque había pasado tanto tiempo de mi vida ocultando mi enfermedad", recuerda.

Sotomayor fue nombrada como jueza federal durante la presidencia de George Bush padre, subió otro peldaño como jueza en un tribunal de apelaciones bajo Bill Clinton y, en 2009, y fue confirmada como jueza del Supremo durante el primer mandato de Obama.

Desde las espaciosas salas del Tribunal Supremo, donde cada año se emiten dictámenes clave para la vida nacional, Sotomayor saborea el éxito pero con los pies firmes sobre la tierra.

Escribió el libro para que los jóvenes latinos "se den cuenta de que tienen todas las oportunidades del mundo, que nada viene solo por el talento natural, que nada ocurre sin esfuerzo... como dice una placa que leí recientemente: 'intenta llegar a la luna porque si no aterrizas allí aterrizarás en una estrella'", subrayó Sotomayor. EFE