Un hombre trans logró el sueño de dar a luz a su hijo en Medellín

Julián Alexander Mejía Correa nació en Medellín hace 37 años. Proviene de una familia campesina. Ama a las plantas y a los animales. Es padre de un pequeño de dos años que es su vida y su motivación. Es técnico en Pedagogía Infantil, auxiliar de oficina y hace parte de la Red Popular Trans de Medellín. 

Corporalmente Julián nació con órganos femeninos pero nunca se identificó con ella ni con lo que significaba socialmente tenerlos. Le gustaba la ropa, los zapatos, las lociones y las cosas que se reconocen como masculinas, incluso, siempre sintió atracción por las niñas. En su adolescencia, entre los 12 y 14 años, en el momento en que el cuerpo empieza a transformarse y no sabemos quiénes somos ni qué queremos, él comenzó su proceso de autoconocimiento y de la definición de su identidad de género. 

Con el paso del tiempo su interés por aprender y entender lo que sentía, lo llevó a encontrar investigaciones, información e historias de muchas personas que, como él, estaban en el cuerpo equivocado. A los 18 años se aceptó y permitió que ese sentir, su esencia y su energía, que corresponden a lo que socialmente reconocemos como ser hombre, saliera a la luz. 

Ese proceso que llamamos ‘salir del closet’ fue difícil y doloroso para Julián, en una sociedad tan conservadora como la nuestra. Cuando esto sucedió su mamá no pudo entenderlo y le pidió que se marchara de casa. 

Julián se fue y comenzó a vivir una vida nueva. Siendo hombre, sin ocultarse y con la frente en alto. Empezó su transición a los 33 años con la ingesta de hormonas y con su cambio de documento de identidad, hizo todos los trámites legales que requiere este proceso, ya que en Colombia fue permitido desde 2015 y las condiciones para hacerlo están establecidas en el Decreto 1227. 

Ser padre siempre fue su deseo

Julián siempre quiso ser padre. En tres oportunidades y de diversas formas ha hecho realidad su deseo. La primera cuando asumió el rol de padre con el hijo de una de sus parejas. A pesar de que su relación sentimental terminó hace muchos años, se mantiene la relación paternal con aquel chico que hoy se acerca a los 20 años de edad. 

La segunda oportunidad fue con su siguiente pareja. Llegaron a un acuerdo en el que ella y un amigo suyo concibieron una vida y, en ese momento, se cumplió el deseo de Julián de tener un hijo. Vivieron juntos como familia algunos años. Sin embargo, por cosas de la vida, esa relación también terminó. Julián sigue ejerciendo sus derechos y deberes de padre con ese ser. 

A pesar de estas dos experiencias, que para él siguen siendo maravillosas, Julián quería y sentía que podía dar vida a través de su cuerpo “¿por qué no hacerlo yo, si soy un hombre afortunado porque tengo vulva, aparato reproductor y vientre para tenerlo?”, pensaba. Inquieto por saber qué posibilidades tenía, siguió consultando e investigando sobre la concepción natural e in vitro. 

Un procedimiento de inseminación artificial puede costar unos 12 millones de pesos, muy costoso para mí y para Dulce María”, cuenta Julián. Después de conocer todas las posibilidades y conocimientos de la situación, intentaron la inseminación artificial casera. Todo fue hecho en casa, con jeringas adaptadas de manera artesanal y teniendo en cuenta las fechas de ovulación, la temperatura corporal, etc. En el primer intento no pasó nada; pero en el segundo, funcionó y Julián quedó embarazado. Sí, embarazado. 

Su embarazo fue normal, no lo sintió. Hoy su hijo tiene 2 años, vive con él y es el consentido de su abuela, la mamá de Julián, que poco a poco ha ido entendiendo y aceptando la situación de su hijo.