Por: Juan Carlos García Sierra • Colombia.com

Rafael Orozco: 30 años de la muerte de uno de los dioses del Olimpo vallenato

Las causas de la muerte de Rafael Orozco pudieron tener todos los tintes que se quieran, pero es su vida la que permitió que él construyera su mítica imagen y legado musical, por eso a pesar de haber partido hace 3 décadas está más vivo que nunca.

Solo a los ídolos se les hace una estatua, pero el legado de Rafael Orozco no es estático, se mueve con gracia. Foto: Youtube
Solo a los ídolos se les hace una estatua, pero el legado de Rafael Orozco no es estático, se mueve con gracia. Foto: Youtube

Las causas de la muerte de Rafael Orozco pudieron tener todos los tintes que se quieran, pero es su vida la que permitió que él construyera su mítica imagen y legado musical, por eso a pesar de haber partido hace 3 décadas está más vivo que nunca.

Dicen que los ídolos parecen más vivos cuando se han ido, porque todo aquello que hicieron para perdurar en el tiempo, eso que llaman legado, es como un éter que, aunque no se pueda palpar, llena todo el espacio e impregna el ambiente de una nostalgia, que curiosamente, se hace más grande con las notas y cantos más alegres de un vallenato.

Cuando un país abandonó a esos ídolos que pintaban de azul y rojo a sus borregos que se mataban en las montañas colombianas, se acercó a aquellos que eran lo más parecido a un ser humano y no a los guerreros troyanos, como nos presentaron a quienes con arengas y discursos se dedicaron a hacer la guerra y nunca se dieron cuenta que los colombianos no nacimos para empuñar armas sino instrumentos musicales para sacarle notas de alegría al alma.

Hace 30 años partió de esta Colombia única y certera uno de los ídolos de la contemporaneidad nacional, uno con la magia del trópico que no solo encantó a los propios de su patria chica, sino que atravesó un país completo y se clavó en los corazones de esos cachacos fríos que no saben bailar vallenato ‘paseadito’ y más parecen emular a las aves rapaces con sus brinquitos.

Rafael Orozco, un costeño que nació en el César, el departamento de la Costa Atlántica que no tiene mar, pero que a falta del agua salada lleva un acordeón en el corazón, fue obligado a partir de este mundo sin siquiera haber llegado a los 40 años por las balas asesinas de aquellos que no tienen reparos en disparar contra Rafael Orozco, Fulanito, menganito, usted o yo.

Sobre las causas que lo llevaron a recibir ‘varios pepazos’ que cegaron su vida, no vale la pena discutir, si algo engrandece a los ídolos que nos hemos inventado es su gran capacidad para interpretar dos cosas: su arte y su propia vida, la que comprueba que cuanto más placida es la nube de la fama, más humana es la vida que nos muestra su infalibilidad.

Rafael Orozco pertenece al panteón del Olimpo vallenato, porque de los 4 grandes dioses de la música llamada en honor a la tierra del cacique de Upar, solo uno vive, los otros 3, Rafael Orozco, Diomedes Díaz y Jorge Oñate, unieron la caja, la guacharaca, el acordeón y sus voces para inundar el mundo que no conocemos los vivos a punta de ay hombes.

Rafael José Orozco Maestre no solo fue ídolo en Colombia, también lo fue en Venezuela, un país por el que se movía como Rafael Orozco por su casa, gracias al gusto del vecino país por la música proveniente de Colombia.

30 años sin ‘Rafa’, como lo siguen llamando sus más fervientes seguidores, 30 años en los que las versiones de su muerte se han mostrado caprichosas como las musas que rodean cada composición vallenata.