Opinión: Honor a quien honor merece

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Siempre es difícil mostrar un poco de sabiduría al hablar sobre aquellas personas que me enseñaron no solo el significado de dicha palabra, sino la forma de encontrarla y ponerla en práctica en mí.

Personas sabias, apasionadas y dedicadas que tienen como único propósito en la vida encaminar por buen rumbo la de los demás.

Durante mi corta vida me he topado con ilustres ciudadanos que caben perfectamente en esa descripción. Esforzados y valientes, que aún, muchos con sueldos miserables, no escatiman darlo todo por aquellos a quienes ellos mismos definen como “el futuro del país”.

Tristemente, parte de ese ‘futuro’ se desvió del camino y muchos, ni siquiera tuvieron la oportunidad de vivir este ‘presente’. Sin embargo, somos muchos más los que atesoramos sus consejos, prácticas y conocimientos para nosotros mismos.

Hoy quiero recordar a aquel maestro que me enseñó que la pulcritud en mi forma de vestir es la carta de presentación que tengo ante un mundo, crítico de lo que uso y que mide su respeto en la elegancia que yo mismo me esfuerzo en presentar.

También quiero traer a mi memoria esa profesora que me enseñó que la ‘m’ y la ‘a’, sumadas, dicen “ma”. Fue un pilar para aprender a utilizar la herramienta con la que hoy me gano la vida.

¿Cómo olvidar a aquella docente que sintió tristeza al colocarme una mala nota, acusando que yo podía dar aún más de lo que en ese momento había dado? Con el tiempo, ese sentimiento de enojo y desespero se convirtió en comprensión y cariño. Ese momento me abrió los ojos para aceptar los errores, aprender de ellos y reconocer que una calificación no me define como persona, pero sí lo hace el camino para llegar a ella.

Por eso, este 15 de mayo solo quiero agradecer a aquellos hombres y mujeres que, más que a leer, escribir y contar, dieron un paso extra y me enseñaron los valores que hoy me forjan como ciudadano. Sus historias, muchas veces interminables, hoy se reúnen en mi mente y me recuerdan los bellos momentos que he vivido como su estudiante.

Gracias a los maestros del colegio Interamericano de San Francisco por acogerme durante mis primeros 11 años de educación. Allí me ayudaron a mi transición de niño a hombre, con los valores y principios cristianos que acojo con tanto amor.

También a los profesores de la universidad Minuto de Dios, lugar de crecimiento académico y profesional, quienes durante 5 años me enseñaron el camino a seguir como periodista en la sociedad.

Y por último a mi tío, Eduardo Ramírez, un hombre íntegro y recto, que como familia me ha apoyado en cada paso que he dado en mi vida, y que como docente me ha mostrado que no hay mayor recompensa en la vida que enseñar.

¡Feliz día del profesor!