Bogotá

Por: Redacción Turismo • Colombia.com

Centro histórico de Bogotá

Más conocido como La Candelaria, el Centro Histórico de Bogotá es un viaje en el tiempo en medio de grandes casonas, pequeñas calles y espacios en donde la revolución y el progreso determinaron el rumbo de una zona, una ciudad y un país.

Actualización
El Centro Histórico de Bogotá aún conserva el recuerdo del pequeño poblado que fuera. Foto: Shutterstock
El Centro Histórico de Bogotá aún conserva el recuerdo del pequeño poblado que fuera. Foto: Shutterstock

Más conocido como La Candelaria, el Centro Histórico de Bogotá es un viaje en el tiempo en medio de grandes casonas, pequeñas calles y espacios en donde la revolución y el progreso determinaron el rumbo de una zona, una ciudad y un país.

ORIGEN DE UNA CIUDAD QUE CONSOLIDÓ UN PAÍS

Cuando Gonzalo Jiménez de Quesada fundó la ciudad de Bogotá en lo que hoy se conoce como El Chorro de Quevedo, se convirtió en una semilla que a su alrededor dio una cosecha urbanística y constituyó la formación de la metrópoli, esa que hoy en día y a pesar de su expansión a todos los puntos cardinales, es una idea inconcebible para lo que hace casi 500 años soñó el adelantado español, una pequeña aldea de 12 chozas y una iglesia de paja es ahora una ciudad de 8 millones de habitantes según cifras oficiales.

Los invito a realizar un recorrido en el que la historia y los homenajes abundan, iniciemos por La Plazoleta del Rosario y como era costumbre en la dominación hispánica, las iglesias y templos católicos de todo tipo eran construidos por doquier, Bogotá es una de las ciudades que más agrupa iglesias antiguas en el continente y la Capilla de la Bordadita, llamada así por el manto bordado de la imagen de La Virgen María que tiene en su interior.

Foto: Shutterstock
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De allí pasamos a la Iglesia de San Francisco, propiedad de los sacerdotes franciscanos y que se encontraba erigida al margen del Rio Vicachá, más tarde llamado San Francisco en honor a esta comunidad religiosa. Justo detrás de este templo encontramos la Iglesia de la Veracruz que tiene como particularidad su sencillez respecto a la ostentación de otras iglesias y que guarda los restos de algunos de los mártires de la independencia nacional.

Posteriormente nos encontraremos con la Iglesia de la Tercera, fiel representante del arte rococó y llegar a la carrera séptima, que aún conserva los rieles del tranvía, testigos de su época de gloria y de su ocaso generado por las turbas violentas que incendiaron y aniquilaron todo a su paso el 9 de abril de 1948.

Foto: Shutterstock
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Bajando por esta misma vía encontraremos edificios como el Manuel Murillo Toro, el Palacio de Justicia que ardió en llamas en una cruenta toma el 6 de noviembre de 1985, el Museo Casa del Florero en donde se gestó teatralmente la independencia, el Palacio de Lievano que tiene la sede de la Alcaldía Mayor de Bogotá, El palacio o casa de Nariño, la Catedral Primada, el Palacio de San Carlos, sede alterna de gobierno durante diferentes épocas y el Colegio San Bartolomé, claustro de enseñanza para muchas personalidades de la nación. Todas estas construcciones dispuestas alrededor de La Plaza de Bolívar.

Complementan este intenso recorrido las iglesias de La Candelaria, San Ignacio, Nuestra señora de Las Aguas y Santa Clara, esta última considerada todo un museo porque alberga valiosas piezas de arte y sus tendencias. También son considerados como elementos del Centro Histórico de Bogotá, la Iglesia del Carmen, el observatorio astronómico, el Colegio Salesiano Leon XIII, la Iglesia de San Agustín, la Biblioteca Luis ángel Arango, la casa Pombo, el museo Botero y el Centro Cultural Gabriel García Márquez.

Foto: Shutterstock
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Resulta atractivo recorrer estas calles en las que se respira el aire de la historia vigilado por el Cerro de Monserrate y que tiene nombres tan curiosos como La fatiga, Cara de perro, Del divorcio y Pecado mortal entre muchos otros. Es un plan en el que es muy fácil encontrar a andariegos, turistas y “mochileros” venidos de todos los rincones del orbe, admirando monumentos como vestigios del pasado, presente y futuro de un país.

Estar en el Centro histórico de la ciudad es devolverse en el tiempo y proyectar hacia el futuro una nueva metrópoli, una Bogotá siempre viva.