Carlos Mayolo, un genio que el cine y la televisión extrañan

Carlos José Mayolo Velasco nació en Cali, Valle del Cauca y aunque estuvo viviendo en Bogotá durante mucho tiempo, jamás dejó ese acento caleño que identifica siempre a quien proviene de la tierra de la caña de azúcar, ese sonsonetico que se pega, quiérase o no.

En los años setenta, Colombia era un país bastante parroquial, una patria en la que todo se debatía entre los partidos políticos tradicionales y el catecismo, una colcha de retazos que definía unos límites muy marcados entre una región y otra, teniendo en cuenta lo que pasaba por aquel entonces, este país era un país con varios países dentro de él.

Colombia era una tierra de costeños al norte, rolos dominantes en el centro y unos antioqueños siempre a la vanguardia comercial, el resto del territorio era selva, desierto y campo, puro campo con campesinos que ni sonaban ni tronaban.

Cali era una ciudad que no quería ser ciudad, el calorcito producía un deseo de vida apacible, pero la naturaleza dotó a los nacidos en la Sucursal del cielo con un gustico por la movida en todos sus ámbitos, desde la que sacude las caderas en Juanchito, hasta una que pone a producir en la mente ideas y proyectos que se lanzan a navegar por ese inmenso Océano Pacífico que se tiene en pocos minutos.

Cuando la ciudad de Cali daba muestras de querer empezar a “agarrar mundo” aparecieron unos pelados legales a los que el bichito del cine los había picado, les había dejado unas ronchas tan grandes que no les importó que en Colombia fuera más fácil volver a un mundial de fútbol que hacer una película.

Carlos Mayolo, los hermanos Ospina, Luis y Sebastián, Ramiro Arbeláez y Andrés Caicedo, decidieron hacer de su pasión una realidad, este grupo inició con obras experimentales hasta que le metieron el diente a películas que marcaron una época en el país y que, de paso, le dio una etiqueta a la ciudad, Caliwood.

El genio creador siempre tuvo a Carlos Mayolo echándole cabeza a varios proyectos grupales y también personales, Mayolo dirigió los documentales “Agarrando pueblo” y “¡Chile no se rinde, carajo!
Mayolo se sumergió en el mundo de la publicidad y de la televisión, dirigió las memorables series “Azúcar”, Brujeres, La otra del tigre y Hombres, entre otras. No solo hizo cortos porque también estuvo al frente de largometrajes como La Mansión de la Araucaima y Carne de tu carne.

El director caleño le puso alma a lo que hizo, pero también una alegría que hizo de su vida, una rumba que solo terminó con su partida. Sus amigos y los conocedores coinciden en que Mayolo era un genio creativo, porque las dificultades técnicas y tecnológicas las suplía con inteligencia.
Mayolo le hace falta al cine y a la creatividad, pero especialmente, le hace falta a sus amigos.