De Londres a Brasil: el inglés que subió a un sidecar y llegó al Mundial

Dicen que la paciencia es la virtud de aquellos que saben sufrir y tolerar contrariedades sin lamentarse. A Chris Hallet, londinense, se le agotó un día para mandar a paseo un trabajo rutinario de tiburones en una multinacional  para recorrer en sidecar casi todos los países que participarán en el Mundial.

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Dicen que la paciencia es la virtud de aquellos que saben sufrir y tolerar contrariedades sin lamentarse. A Chris Hallet, londinense, se le agotó un día para mandar a paseo un trabajo rutinario de tiburones en una multinacional  para recorrer en sidecar casi todos los países que participarán en el Mundial.

Con cara de felicidad, colorado como un tomate por el sol, Hallet aparece por uno de los miradores más espectaculares de Porto Alegre como un mesías. Es inevitable girar la cabeza para contemplar un estampa que no deja indiferente a nadie. Un hombre y una mujer, una amiga incansable que porta una réplica de la Copa del Mundo en la mano, alcanzan la cima de Porto Alegre en un sidecar de los años cincuenta repleto de pegatinas.

Cada una de ellas representa a uno de los países que ha visitado en una aventura que ha durado cinco meses. Desde que salió de Londres hasta llegar a Brasil, ha pasado por España, Portugal, Francia, Bélgica, Holanda, Suiza, Italia, Bosnia, Croacia, Estados Unidos, Chile, México, Argentina y Uruguay.

Ha recorrido miles de kilómetros para alcanzar un objetivo que no parecía asequible cuando lo comentó entre sus conocidos. Hallet emprendió una empresa complicada con muchas incertidumbres que, por fin, después de 150 días, cumplió entre múltiples anécdotas que adornaron un viaje cansado pero placentero a la vez.

"En las carreteras de Argentina casi me arrolla un camión. En Bélgica participé en la boda de una pareja. En México me acompañaron durante casi todo el camino los moteros de la Malportados Vespa Club. He cruzado los Andes y la Pampa. Ha sido intenso. Me guardo muchos momentos para no olvidar?", aseguró a Efe.

Hallet tuvo que ahorrar mucho dinero desde 2010, cuando comenzó a madurar la idea. Fue durante el Mundial de Sudáfrica. En aquel campeonato, que ganó España, se dio cuenta de que quería conocer mundo en un viaje especial. Espero cuatro años y se atrevió.

Por el camino ha hecho muchos amigos y ha visitado muchos estadios. Su pasión, aparte de las motos, es el fútbol. Disfrutó en el Azteca, donde vibró en el lugar en el que Diego Armando Maradona marcó uno de los mejores goles que nunca se han visto en un Mundial de fútbol.

Se lo hizo a Inglaterra, precisamente su selección, de la que espera con optimismo que haga un buen papel en Brasil.

Al principio del viaje no tenía entradas y al final podrá ver algún partido del Mundial. Uno de ellos, de Inglaterra, con quien vibrará como lo ha hecho por todas las carreteras del mundo.

Su aventura terminará dentro de un mes y tendrá que reanudar su vida normal. "¿Qué haré? Pues buscarme un trabajo. Es lo que hay. Tengo la suerte de que en mi país aún podemos hacer estas cosas, dejar un trabajo y buscar otro cuando queramos. La crisis no me ha quitado el sueño de hacer este viaje".

Hallet, el inglés que subió a un sidecar y llegó al Mundial, agarra la Copa del Mundo, se pone la camiseta de Inglaterra, se quita el casco y levanta el trofeo con ganas. De fondo, todo Porto Alegre, con el estadio Beira Río a sus pies, son testigos de la hazaña de una persona que no deja de sonreír. Cumplió su sueño, el sueño de un Quijote errante que ataca gigantes desde un sidecar imparable. Es el sidecar de un torneo que inicia su andadura en breve. EFE

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