Una estrella "Rexistente"

Martes, 29 / Jun / 2004
 
Colombia.com
“Rexistencia norte” es el grupo más numeroso de hinchas de Medellín. No paró de cantar el domingo, festejó el campeonato y se lo dedicó a los “Sureños” de Nacional. Un día inolvidable para todos ellos. Crónica.

Es el sueño de cada uno de los hinchas que viven y respiran fútbol. Celebrar el título y la Vuelta Olímpica es un hecho muy especial. El anhelo que comienza con la primera fecha de cada campeonato y está reservada para un solo equipo y un solo grupo de hinchas.

Pero este domingo fue más especial que cualquier otro. Los fanáticos de Independiente Medellín se levantaron ilusionados con un nuevo campeonato. Soñando con celebrar y conservar la ventaja que había tomado su equipo en el primer juego de la final.

Ellos han sido incondicionales a su equipo. Lo acompañan a todos lados. Hicieron un show inolvidable con pirotecnia el jueves y, el domingo, fueron sancionados y no pudieron ingresar una sola bandera para el juego definitivo.

Los aficionados rojos llegaron en masa a la cancha. En grupos de cuatro, cinco, diez personas y se fueron juntando. Se ubicaron en el sector norte del estadio, como siempre lo hacen, y dieron comienzo a un aliento espectacular. Eran menos en las tribunas del estadio que los hinchas rivales, pero eso poco les importó.

A las 3pm comenzó el aliento. 45 minutos antes del “clásico” dieron el primer grito. “Vamos, vamos mi rojo, vamos a ganar/ que esta tarde tenemos que ganar”, imploraban los hinchas. “Se viene el rojo campeón, rojo campeón” se escuchó minutos antes de que los once “leones poderosos” pisaran el campo.

Y el himno orgulloso apareció. Retumbó en el estadio: “Me dicen el matador soy del medallo/ la hinchada de indigentes y de borrachos...” Vibró el estadio. Saltaron los hinchas. Rugió el sector norte de la cancha. Todos nos emocionamos porque fue espectacular.

El juego comenzó. Los minutos pasaron. Fueron 45 con aliento de lado y lado. Propias de un partido de final. Comenzó el segundo tiempo y el aliento continuó. El sueño estaba cada vez más cerca. Quedaban pocos minutos y desde la tribuna nació el : “Dale rojo campeón, dale rojo campeón.../Dale rojo campeón, dale rojo campeón”. Nació porque el equipo y el juego en sí ofrecía confianza por el título.

A las 5:39 terminó el partido y comenzó un nuevo juego “tribunero”. El de los festejos, gritos y abrazos y, además, el que tiene más sabor, es decir, el de ofrecer el título a su rival de siempre. Dedicarselo. Gritarlo y mostrarle la camiseta amada.

A las 5:58 pm del domingo 27 de junio, cuando aparecía la noche en Medellín y se hacía un lugar sobre una tarde llena de luz, comenzó la anhelada Vuelta Olímpica. Ese rito hermoso que pone a palpitar a cada hincha. Y todo fue delirio. Volvió el “Rojo campeón, rojo campeón”. Aparecieron tímidos gotas que no eran del cielo, eran de los fieles fanáticos rojos que salpicaban a, nosotros, los visitantes espectadores que teníamos el privilegio de estar a pocos metros de los campeones.

La noche y oscuridad llegó. Se instaló en la cancha. Los jugadores estaban en el bus del equipo rumbo al hotel para seguir festejando. Los hinchas empezaban a dejar las graderías y comenzaban, un nuevo festejo, en las fondas, en las calles y en cada esquina de Medellín.

El día estaba por terminar. Los aficionados volvieron a sus casa en grupos de cuatro, cinco y seis. En familia. Con tranquilidad, pero con una alegría que pocos podrán olvidar y no más de 20.000 pueden contar. Porque la vivieron en la cancha. El sueño se había consumado contra su rival de siempre, en el campo y en las tribunas, y eso tendrá un sabor distinto por los años de los años.

Leonardo Duque, enviado especial a Medellín.
SÍGUENOS EN:
Google News