Sargento (r) Gilberto Ávila recibió eutanasia: ¿Cómo fueron sus últimos momentos de vida?

El sargento en retiro, Gilberto Ávila Llano, recibió este lunes la eutanasia. Sus últimos momentos de vida estuvieron repletos de momentos emotivos y homenajes por parte de sus colegas, quienes exaltaron su vida y labor como policía. 

Un grupo de hombres Jungla se desplazaron hasta su finca, ubicada en el caserío Boquía en el municipio de Salento (Quindío), donde le rindieron un homenaje. El grupo élite de la Policía Nacional le hizo una calle de honor y le rezaron la oración del comando jungla. 

“Te damos gracias Señor, al bendecir este grupo de comandos, convirtiéndolos en una fuerza élite, puestos en la tierra con sabiduría y fortaleza, deseando siempre la victoria, danos la prudencia, tranquilidad y seguridad para vences al enemigo oculto, peligroso y mortal”, dijeron los uniformados en una sola voz. 

Por su parte, el sargento (r) Ávila, quien se vistió como un policía Jungla y lució su camisa de esa unidad, se dirigió a los uniformados y les pidió unidad, valentía y honestidad porque los colombianos “están esperando quien los defienda”. 

Tras los honores, Ávila se dirigió a la clínica de Occidente en Armenia, donde a las 10 de la mañana de este lunes le fue aplicada la eutanasia. Durante los últimos días de su vida, el uniformado había recibido a sus familiares y personas más cercanas para despedirse formalmente de ellos. 

En las puertas del centro médico, el sargento (r) Gilberto Ávila dio el último adiós a sus seres queridos con palabras de apoyo y abrazos. En la despedida, el uniformado también derramó lágrimas antes de realizarse el procedimiento. 

Ávila solicitó la eutanasia tras padecer por más de 16 años parkinson juvenil, que le fue diagnosticado en 2009 cuando era policía activo y, según afirmaba, fue una consecuencia del glifosato. La petición de morir dignamente la radicó el pasado mes de abril y le fue aceptada en julio.

Después de la muerte, la familia del sargento retirado cremó los restos mortales que fueron llevados hasta la finca y fueron esparcidos en un árbol de guayabo en el que Ávila solía alimentar las aves, animal que siempre admiró.