Por: Juan Carlos García-Sierra • Colombia.com

Iván Duque, el presidente que hace “cabecitas”, toca la guitarra y escribe libros

Iván Duque Márquez es un presidente que ha querido mostrarle a sus gobernados ser un hombre polifacético que quiere dejar huella, por eso “le mete el diente” y la pluma a la escritura de libros.

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Recién electo presidente, Iván Duque prometió "echarle cabeza" a la solución de los problemas nacionales. Foto: Twitter @rectormoreno
Recién electo presidente, Iván Duque prometió "echarle cabeza" a la solución de los problemas nacionales. Foto: Twitter @rectormoreno

Iván Duque Márquez es un presidente que ha querido mostrarle a sus gobernados ser un hombre polifacético que quiere dejar huella, por eso “le mete el diente” y la pluma a la escritura de libros.

El presidente de Colombia, Iván Duque Márquez, llegó a la presidencia de Colombia de la mano de Álvaro Uribe Vélez siendo un total desconocido para el pueblo, pues pocos sabían que este joven hombre era, lo que se conoce en términos políticos, un delfín, pues su padre, muy amigo de Uribe y su familia, fue gobernador de Antioquia, ministro de Minas y Energía y registrador nacional.

Duque Márquez no pasará a la historia como un presidente carismático, sino como un hombre que intentó serlo, y para ello, ha hecho las peripecias que se le han antojado, aunque sin mayor fortuna: tocó algunos acordes de guitarra para mostrarse como un hombre al que la política no lo había acartonado, pero pertenecer a la derecha ultraconservadora no solo acartona, sino que metaliza, aunque con seguridad democrática en el partido de gobierno, el Heavy Metal no es la música predilecta de Uribe ni de Cabal.

El mandatario nacido en Bogotá, pero con fuerte arraigo antioqueño, demostró pasión por el fútbol y por la religión católica como el propio Álvaro Uribe Vélez, pero curiosamente se inclina por el diablo, porque ningún onceno bogotano o antioqueño aparece como el que le roba más emoción que el América de Cali, el equipo del que dice ser hincha.

En el Santiago Bernabéu, el mítico estadio del Real Madrid, Iván Duque recién elegido como presidente se atrevió a hacer cabecitas, nada más ni nada menos que enfrente de Emilio Butragueño, el delantero leyenda del equipo merengue y la selección nacional de España, curiosamente el “buitre” le dijo que él usaba la cabeza para pensar y no para golpear, ¿premonición del ariete español?

Muchos acontecimientos han marcado el paso de Iván Duque rigiendo los destinos de esta potranca, al parecer indomable, llamada Colombia, sus copartidarios lo alaban hasta el empalago, pero el pueblo colombiano tiene ahora otro candidato en la elección del mandatario menos “eficiente” de la última parte de la historia, porque hasta hace menos de 4 años, ese infortunado título se lo llevaba Andrés Pastrana, aunque el verdadero infortunado es el pueblo colombiano, el real afectado por administraciones que poco y nada bueno le han dado.

Duque tiene matices, algo curioso para quien está siempre en la orilla, en el otro litoral, en la extrema derecha, porque en Colombia no existe la mitad, o preguntémosle a algunos precandidatos presidenciales que aún no saben cómo explicar lo que es el centro, por eso el mandatario no quiere que lo vean blanco o negro, y es allí cuando la pluma se muestra como una de las cualidades del mandatario y aparece el tono naranja que define su pensamiento visionario en el libro “Economía naranja”, escrito a cuatro manos junto a Felipe Buitrago Restrepo.

Iván Duque Márquez quiere dejar huella, o mejor, tinta en las hojas, porque prepara una publicación, también a 20 dedos en donde plasmará su sensibilidad ambiental, un libro sobre el cambio climático en el que aparecerán algunos de sus discursos y consideraciones sobre un tema muy importante para él, aunque en este año y medio de pandemia se haya batido récord en arrasamiento de bosques y el país se encuentre ante una emergencia que podría aniquilar su biodiversidad.

Hay una frase del teórico y filósofo francés Joseph de Maistre que dice: “todo pueblo tiene el gobierno que se merece”, si eso es así, entonces se cierne una condena eterna sobre esta potranca y no hay más remedio que decir “Apague y vámonos”, pero como pa´dónde, diría la señora de la esquina, si en el vecindario las cosas no es que pinten mejor.