Novena de aguinaldos: consideración del día 5 para leer en familia este 20 de diciembre
El día 5 de la novena de aguinaldos resalta el ejemplo de María durante los meses previos al nacimiento de Jesús y llama a vivir la Navidad con fe
El día 5 de la novena de aguinaldos resalta el ejemplo de María durante los meses previos al nacimiento de Jesús y llama a vivir la Navidad con fe
Continúa la cuenta regresiva para la navidad, y muchos hogares colombianos ya se están preparando para conmemorar el nacimiento del Niño Jesús, el próximo 24 de diciembre, a través de la tradicional novena de aguinaldos, día 5.
La novena de aguinaldos es una práctica religiosa que invita a recordar el camino de fe, humildad y esperanza que atravesaron la Virgen María y San José para llegar a Belén, pero también es una tradición que fomenta la armonía y la unión familiar.
Noche tras noche, centenares de familias se reúnen para rezar, cantar y compartir una merienda, aunque esta práctica también suele llevarse a cabo en iglesias, centros comerciales, empresas y en los barrios, por lo que muchos hacen la novena más de una vez en el día.
La novena de aguinaldos está compuesta por cuatro oraciones, una consideración diaria y 12 gozos, que se rezan en un orden determinado: oración para todos los días, consideración del día, gozos, oración a la Virgen María, oración a San José, y por último la oración al Niño Jesús.
Para este 20 de diciembre, corresponde la lectura de la consideración del día 5 de la novena, que invita a la reflexión sobre la vida espiritual y humana de María durante los meses previos al nacimiento de Jesús. A continuación te la compartimos.
Novena de aguinaldos: consideración del día 5 para el 20 de diciembre
Ya hemos visto la vida que llevaba el Niño Jesús en el seno de su purísima Madre; veamos hoy toda la vida que llevaba también María durante el mismo espacio de tiempo. Necesidad hoy de que no tengamos en ella si queremos comprender, en cuanto es posible a nuestra limitada capacidad, los sublimes misterios de la encarnación y el modo como hemos de corresponder a ellos.
María no cesaba de aspirar por el momento en que gozaría de esa visión beatifica terrestre; la faz de Dios encarnado. Estaba a punto de ver aquella faz humana que debía iluminar el cielo durante toda la eternidad, Iba a leer el amor filial en aquellos mismos ojos, cuyos rayos deberían esparcir para siempre la felicidad en millones de elegidos. Iba a ver aquel rostro todos los días, a todas horas, cada instante, durante muchos años. Iba a verle en la ignorancia aparente de la infancia, en los encantos particulares de la juventud y en la serenidad reflexiva de la edad madura. Haría todo lo que quisiese de aquella faz divina; podría estrecharla contra la suya con toda la libertad del amor materno; cubrir de besos los labios que deberían pronunciar la sentencia a todos los hombres; contemplarla a su gusto durante su sueño o despierta, hasta que la hubiese aprendido de memoria. ¡Cuán ardientemente deseaba ese día!
Tal era la expectativa de María, era inaudita en sí misma, mas no por eso dejaba de ser el tipo magnífico de toda la vida cristiana. No nos contentemos con admirar a Jesús residiendo en María, sino por esencia, potencia y presencia.
Sí, Jesús nace continuamente en nosotros y de nosotros, por las buenas obras que nos hace capaces de cumplir y por nuestra cooperación a la gracia; de manera que el alma del que se halla en gracia es un seno perpetuo de María, un Belén interior sin fin. Después de la comunión Jesús habita en nosotros, durante algunos instantes, real y sustancialmente como Dios y como hombre, porque el mismo Niño que estaba en María está también en el Santísimo Sacramento. ¿Qué es todo esto sino una participación de la vida de María durante esos maravillosos meses, y una expectativa llena de delicias como la suya?