Por: Redacción Actualidad • Colombia.com

Deforestación: pulmones colombianos intentan sobrevivir en el país

La tala de árboles no da tregua en el país pero, ¿qué intereses pueden haber tras esta situación?

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Detrás de esto estaría el narcotráfico y las FARC. Foto: Shutterstock
Detrás de esto estaría el narcotráfico y las FARC. Foto: Shutterstock

La tala de árboles no da tregua en el país pero, ¿qué intereses pueden haber tras esta situación?

Hay zonas en la Sierra de la Macarena, uno de los grandes pulmones colombianos, donde es fácil olvidar que es el comienzo de la selva amazónica y, con cuadros perfectos de bosque arrasado o quemado, parece que la deforestación ganó la batalla.

Basta con sobrevolar esta vasta serranía o transitar por una de las pocas carreteras destapadas por las que se puede acceder a ella para ver los estragos que ha causado en los últimos años la tala indiscriminada de árboles, que rozó máximos históricos en 2017 y continúa.

"El 2020 fue el año de más deforestación, por lo menos en los últimos tres o cuatro años", asegura Sergio Iván Núñez, secretario de Medioambiente del departamento del Meta, donde se encuentra este Parque Nacional Natural.

En 2020 en Colombia, según cifras gubernamentales, se perdieron 171.685 hectáreas de bosque, lo que equivale a una superficie superior a la de ciudades como Río de Janeiro o Medellín, y la mayoría de estos árboles se concentraban en los departamentos del Meta, Caquetá y Guaviare.

El Meta fue donde más aumentó este problema, con más de 35.500 hectáreas de bosque tumbado y un aumento del 8 % respecto a años anteriores, cuando la tendencia venía a la baja.

Como resume el secretario, resulta una paradoja: "Mientras el mundo se cerró (por la pandemia de covid-19), en las zonas más apartadas se generaron efectos negativos en materia ambiental".

El pronóstico inicial para el Meta era de 54.000 hectáreas deforestadas y finalmente fueron 35.556. "Es una cantidad gigante, 36.000 hectáreas es muchísimo bosque que perdimos, pero pudo ser peor", se consuela Núñez.

Intereses ocultos

La Macarena es un bosque espeso que une la Amazonía, los Andes y la Orinoquía, en su mayoría virgen, donde no viven más que aves, cocodrilos, pequeños mamíferos y especies más exóticas como osos hormigueros o jaguares, pero que tiene también amplias zonas de matorral y rastrojos que arden con suma facilidad.

El camino que une el salvaje río Guayabero con uno de los principales atractivos del parque, Caño Cristales o "el río de los cinco colores", una senda de tierra construida por la antigua guerrilla de las FARC, es reflejo de ello: a los lados no hay más que una llanura de secos matorrales, un esfuerzo de la naturaleza para intentar recuperar el espacio que hace años se le arrebató.

Es por eso que la forma de deforestar más sencilla es prenderle fuego; el "descole" como lo llaman. "En época seca esto es un combustible para los árboles grandes, simplemente se inicia una llama y se queman grandes cantidades de bosque", resume Núñez.

El "descole" es económico y la forma más rápida para hacerse con el control de tierras que quedan en manos de ganaderos, a los que les pagan por tomar esa tierra quemada irregularmente.

Detrás de estas maniobras el Gobierno dice que hay "criminales", los mismos que copan las rutas de narcotráfico que pasan por esta zona estratégica que forma un arco que va desde el Pacífico hasta Venezuela.

Y se señala directamente a varios frentes de disidencias de las FARC que aún tienen control de esta zona por la que es tan difícil circular.