EL PERRO DE SAN FRANCISCO

Perro Demoníaco - Leyenda

Perro Demoníaco - Shutterstock

CANDADOS APRETADOS PARA QUE NO ENTRE LA BESTIA

Que no quede ni una puerta ni una ventana sin cerrar porque un perro venido de los mismos infiernos puede entrar a cualquier casa y convertir todo en la más horrible pesadilla.

La estatua de un perro que más parecía un furioso lobo cobraba vida y descendiendo del pedestal en el que se encontraba paseaba por las calles de la colonial ciudad de Tunja imponiendo su enorme figura y creando sonidos que ponían la carne de gallina a todo aquel que los escuchara.

Fuertes y atemorizantes ruidos de cadenas arrastrándose por el piso y de ladridos de bestia se confundían con fuertes y destellantes luces que creaban un ambiente nocturno más parecido al purgatorio que al de una ciudad tranquila y muy creyente.

Si por casualidad alguna casa no mantenía su portón cerrado, era una segura oportunidad para que esta fiera ingresara para desatar horror en sus habitantes, pero si un velorio se estaba realizando, era un poderoso imán para este ser irracional que pocos se atrevían a contener.

La estatua de piedra del perro se encontraba justo en frente del convento de San Francisco y muchos fueron testigos de como sus ojos se convertían en poderosas bolas de fuego, razón por la cual ni los más irresponsables curiosos se asomaban a esa mole pétrea.

Se dice que dicha estatua es una representación de los animales salvajes que fueron domados por San Francisco de Asís y en cuyo honor se erigió el convento tunjano, cuenta la vida del santo que cuando él se dirigió a las montañas para su retiro bucólico encontró en el camino a un lobo cuya ferocidad era impresionante, amenazaba con lanzarse sobre el santo pero este, con una condición de calma y paz interior logró que el animal se echara a sus pies de la manera más mansa de la que se haya visto.

¿Pero era ese mismo lobo el animal manso de San Francisco de Asís que se homenajeaba con una estatua en Tunja?, pues parece que no y si lo era se reveló de manera cruenta porque se dedicó a convertir las noches de los pobladores en tiempos de zozobra e incertidumbre insoportable, los monjes franciscanos gustaban de cuidar y mantener un animal, especialmente perros, como homenaje y símbolo del amor que el santo ambientalista tenía por la naturaleza y todo lo que la componía.

El perro de San Francisco no solo invadía las casas, también su presencia era una mortal premonición porque en sus recorridos callejeros elegía un lugar para echarse a descansar y justo en ese sitio alguien fallecería, por tal razón los rezos se intensificaban cuando se escuchaba su trasegar nocturno en la ciudad tranquila en el día pero nerviosa de noche.

Con el paso del tiempo, la ciudad creció y lo que era el convento pasó a convertirse en un batallón del ejército que con todo su arsenal y valor militar terminó por acallar los feroces ruidos y las apariciones del temible animal que durante mucho tiempo aterró a los tunjanos y consolidó una leyenda que enriquece la tradición oral de una ciudad en la que se respira historia en cada esquina.

Antes de dormir es mejor cerciorarse de que las puertas y ventanas se encuentren bien cerradas porque aunque hace bastante tiempo no se escuchan ladridos de animal feroz, nadie querrá abrir los ojos y encontrarselo a los pies de la cama.