Un modesto equipo de Jerusalén devuelve el fútbol a los hinchas

Hapoel Katamon se ha ganado el corazón de miles de jerosolimitanos tras mostrar un juego discreto y revivir el fútbol del país. 

Un modesto equipo de Jerusalén devuelve el fútbol a los hinchas. Foto: EFE
Un modesto equipo de Jerusalén devuelve el fútbol a los hinchas. Foto: EFE

Hapoel Katamon se ha ganado el corazón de miles de jerosolimitanos tras mostrar un juego discreto y revivir el fútbol del país. 

Su fútbol es discreto y mira de lejos la primera división, pero el club Hapoel Katamon se ha ganado el corazón de miles de jerosolimitanos gracias a su estructura cooperativa y lemas antirracistas que le convierten en una rara avis en el panorama deportivo del país.

Hapoel Katamon nació en 2007 como escisión de Hapoel Yerushalaim, el histórico conjunto de la ciudad vinculado al laborismo, por la frustración de un nutrido grupo de aficionados con la actitud de sus entonces dirigentes, Victor Yona y Yosi Sasi, dos empresarios de la construcción con tendencia a la gresca.

Un hincha propuso entonces algo inédito: montar un nuevo club y hacerlo propiedad de los hinchas, que compraron quinientas participaciones de mil shekels (211 euros o 275 dólares).

"Estábamos eufóricos. En su momento fue muy vanguardista. Ahora está muy de moda montar cooperativas, pero nosotros recuperamos entonces la idea de que el fútbol no pertenece a los dueños del club, sino a las masas", asegura uno de sus fundadores, Ori Katz.

En estos años, el Hapoel Katamon ha superado con creces la prueba de la fidelidad: entre 1.500 y 2.000 seguidores acuden religiosamente cada viernes a los encuentros en el estadio Teddy de Jerusalén y entre 300 y 500 se apuntan a los desplazamientos, cifras por encima incluso de algunas plantillas de primera división.

Del test deportivo ha salido, en cambio, peor parado. Sigue estancado en la Liga Alef (equivalente a la Segunda B española), donde ha cultivado una imagen de eterno aspirante al ascenso que falla en los momentos decisivos.

Y es que ser del Hapoel Katamón tiene un punto militante cuasirreligioso, edificado en la épica de la derrota y la inexorabilidad de la decepción, como los "sufridores" del Atlético de Madrid.

"No hay un sólo equipo en el mundo que genere en sus seguidores tal relación de identificación e importancia para la vida", afirma su director, Uri Sheradski.

Una identificación que va más allá de lo meramente deportivo. Si en todo el planeta la elección o herencia familiar del equipo de los amores tiene un elemento sociopolítico, en Israel aún más, ya que los conjuntos surgieron al calor de la central sindical o de la derecha nacionalista.

En Jerusalén, donde el primer equipo es el Beitar (parte de cuya hinchada ha dejado de ir al campo y quemado el museo del club por haber contratado a dos futbolistas musulmanes), el Hapoel Katamon es, en cierto modo, el club de la izquierda, opuesto al racismo y la violencia, aunque apenas tenga dos jugadores palestinos y entre sus seguidores haya distintas sensibilidades políticas y religiosas.

"El fútbol tiene mucha influencia en la sociedad. Los niños que van a ver al Beitar oyen a su alrededor a miles de personas gritar 'Muerte a los árabes'. Los que vienen aquí escuchan 'Hemos creado un nuevo equipo y nadie lo dominará", argumenta Adam Y. Amorai, uno de sus socios más activos con apenas 25 años.

En el campo, los jugadores lucen elásticas rojas y escudos con estética soviética y en las gradas los más jóvenes ondean una bandera cubana y jalean "la hoz, el martillo, la Internacional, la camiseta roja y el odio a la 'menorá'", en referencia al símbolo judío (un candelabro de siete brazos) que adorna la equipación del archienemigo Beitar.

"Te seguiremos hasta Regional, te seguiremos hasta lo más hondo en la mierda, con bufanda y bandera roja, con camiseta del Che Guevara", reza otro de los cánticos que retumban en una grada en la que no faltan mujeres y niños.

Su director Sharatsky insiste en que el club "no es político", pero entre los que se calzan las botas para saltar al césped hay quienes, como el mediapunta Shai Aron, creen en el fútbol como "herramienta educativa" de todos y para todos, frente al "modelo capitalista" imperante.

"Podría intentar jugar en categorías superiores, pero para mí es una cuestión de prioridades", señala Aron sobre un club que paga de media 5.000 shekels (1.054 euros o 1,376 dólares) mensuales.

"Hapoel Katamon es político. Punto. El mero hecho de ser cooperativa es un acto político. Y si decir 'no' al racismo es de izquierdas, entonces somos de izquierdas", matiza Katz, de 29 años.

Leonardo Cohen, seguidor mexicano-israelí de 44 años, encuentra en el equipo sus propios "valores", más que toques o regates brillantes, pues -ironiza- "a veces no parece el mismo deporte que el que practica el Barcelona".

"Para mí significa todo lo que soy: de Jerusalén y de la izquierda", resume Zohar Miljgrub a las puertas del estadio, antes del duelo con el Kyriat Gat que acabó en victoria (4-2).

El Hapoel Katamon puede este año cumplir su frustrado sueño de ascender. A apenas tres partidos del final lidera su grupo, 3 puntos por encima del segundo, Betar Kfar Sava.

En las próximas semanas se verá si mantiene el liderato y sube a la Liga Nacional (a sólo una categoría del ansiado derbi eléctrico con el Beitar) o cumple su rol de equipo maldito que encaja goles en el descuento. Eso sí, siempre con el aliento de un público dueño además del club.