Sin Santa Elena, no hay feria

Un olor a sancocho invade el aroma que de norte a sur cruza la ciudad de Medellín, la coqueta y orgullosa capital de Antioquia para la que el olor de nuestra legendaria sopa no es invasor sino un anhelado aroma que presagia uno de los acontecimientos más importantes que bajo el sol de agosto se presentan alegremente en la ciudad, la Feria de las Flores.

Cuando la atmósfera comienza a conectar la mente con el paladar significa que estamos cerca de acontecimientos importantes, esos que en esta tierra metida honrosamente entre las montañas se celebran a ritmo, olor y sabor a fogón de leña, y uno de los momentos más esperados cada año en la bella villa es la gran gala en la que silleteros venidos de todos los confines del departamento adornan las calles con las más hermosas flores, expresión máxima de la belleza de esta tierra que se toma un tiempo para celebrar esa condición que la naturaleza le confirió para diferenciarla de otras latitudes.

Cuando bajan los silleteros de Santa Elena, el corazón late a mil, el alma se hincha contemplando las silletas que representan el empuje campesino y las duras faenas del campo se inspiran con colores y tonalidades que reafirman esa eterna primavera que aquí se vive. 

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Para los habitantes de Santa Elena, corregimiento al norte del Valle de Aburrá, los cerros no son solo su hogar y escenario de trabajo sino un tapete sobre el cual abonan sus sueños y que alegran no solo sus vidas sino la de los medellinenses que extasiados por la hermosura de las silletas levantan la mirada al cielo para agradecer tanta bondad divina.

Dalias, Cartuchos, Agapantos, Clavelinas, Hortencias, Astromelias, Margaritas, Rosas y Pompones son solo una muestra de ese material que también es la sustancia de vida de una feria única y diferente, no es una congregación de gentes sino una unión de corazones que quieren la paz y la concordia.

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Una reunión que año tras año convoca a colombianos y visitantes del mundo para que sean testigos de un lugar que se sobrepone con firmeza a las dificultades y que va siempre hacia adelante con la frente alta pero con el alma y la sencillez de un campesino digno.

Santa Elena es un vivero natural, un pedazo de mágica tierra a la que la naturaleza la dotó de riqueza sin par en la que las flores gozan del mejor clima para crecer y mostrarse como las más primorosas, en Santa Elena los silleteros son una raza de hombres y mujeres que portan en su espalda auténticas joyas y obras de arte; las gemas de la vegetación que por estos lados abunda y que a la vez inunda la inspiración.

Santa Elena es naturaleza viva, cuenta con auténticos parajes ecológicos que le dan a este terruño un vínculo con lo original, por eso su vocación agropecuaria marca la existencia de sus habitantes y los cultivos de flores se complementan con los de papa, moras, fresas y la actividad láctea.

Viajar hasta Santa Elena es una acción que reconforta y llena el espíritu y el cuerpo de energía al trasegar por el Parque Regional Arví, el Parque Ecológico Piedras Blancas y el circuito de la laguna.

Sin Santa Elena no podría haber Feria de las Flores y sin el espíritu y berraquera montañera no podría existir la raza antioqueña que muestra lo mejor de su tierra en honor al país que la vio nacer y que en su bandera muestra el mismo colorido de sus bellas flores.