Por: EFE • Colombia.com

“Prueba de los dos dedos”: adiós al test de pureza a mujeres del Ejercito de Indonesia

La degradante “prueba de los dos dedos”, un test realizado a las mujeres que querían unirse al Ejército de Indonesia para comprobar su pureza, finalmente ha quedado abolido.

Indonesia elimina “prueba de los dos dedos” para mujeres que quieren entrar al Ejército. Foto: Shutterstock
Indonesia elimina “prueba de los dos dedos” para mujeres que quieren entrar al Ejército. Foto: Shutterstock

La degradante “prueba de los dos dedos”, un test realizado a las mujeres que querían unirse al Ejército de Indonesia para comprobar su pureza, finalmente ha quedado abolido.

Tras más de medio siglo en vigor y después de una ardua lucha por parte de activistas, las fuerzas armadas de Indonesia han abolida la “prueba de los dos dedos” que hasta ahora se realizaba a las mujeres que quisieran unirse al cuerpo castrense. 

“Es una gran noticia para las mujeres en Indonesia, un logro importante para la erradicación de la violencia de género”, dice a EFE Ninik Rahayu, ex miembro de Komnas Perempuan (la Comisión Nacional de Indonesia sobre la Violencia contra las Mujeres), quien durante años ha presionado contra esta práctica.

El pasado 13 de abril, el jefe del servicio de cirugía de las fuerzas armadas, el general Budiman, confirmó a la agencia local Antara que las fuerzas terrestres, navales y aéreas habían “abolido de forma efectiva los test de virginidad”, noticia de la que también se ha hecho eco la organización Human Rights Watch (HRW), que ha abogado durante años por la erradicación de estos exámenes.

Introducidos en 1960 en Indonesia, país de mayoría musulmana, se conocen gráficamente como “prueba de los dos dedos”, en referencia a la exploración realizada por personal sanitario para percibir a través del tacto si el himen de las candidatas, a veces también el de las prometidas de los militares, estaba intacto, con el objetivo de averiguar si las mujeres eran o no puras.

Prueba degradante

Una prueba “degradante”, ha denunciado con denuedo HRW, que se incluía dentro de los test “psicológicos y de personalidad” del Ejército por “razones de salud mental y moralidad”, y además inútil, de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), que destaca su invalidez científica, pues el himen puede romperse por otros motivos.

“Es una forma de violencia de género que causa miedo y traumatiza a las mujeres, que al final es lo más difícil de subsanar”, indica a EFE Ninik, quien en los últimos años había centrado su campaña de “lobby” sobre el general Andika Perkasa, comandante en jefe de las fuerzas armadas de Indonesia desde noviembre.

Fue este general quien ya el pasado verano defendió su eliminación arguyendo que las mujeres debían ser seleccionadas bajo los mismos criterios que los hombres, si bien los test continuaron llevándose a cabo en algunas divisiones. El paso definitivo no llegó hasta que el presidente indonesio, Joko Widodo, ascendió a Andika en noviembre, y quedó como supervisor de las fuerzas armadas, terrestres y aéreas.

Un giro de 180 grados en comparación con la posición de los altos cargos del Ejército de hace unos años; en 2015, a raíz de un informe de denuncia de dichos test por parte de HRW, el general jubilado Fuad Basya, miembro entonces del centro de información del estamento militar, defendió con unas polémicas declaraciones su permanencia.

“Si no son vírgenes, si son traviesas, significa que su mentalidad no es buena”, dijo a la prensa local, asegurando que una candidata que había perdido la virginidad fuera del matrimonio representaba “un estado mental incompatible” con el desempeño castrense; un tipo de comentarios que despertaban la frustración e ira de mujeres de todas las edades en Indonesia, país donde el movimiento feminista ha tomado impulso en los pasados años.

La veinteañera Latisha Rosabelle, ahora estudiante en el Smith College de Massachussetts (EEUU), registró hace cinco años una petición en la página web Change para la eliminación de la “prueba de los dos dedos” que consiguió reunir casi 70.000 firmas.

“Este giro de política sugiere que la gente tiene influencia sobre las decisiones estatales”, dice a EFE la joven desde Estados Unidos, donde ahora reside, declarándose “exultante” por la abrogación de la normativa, fruto, considera, de “una ola de activismo feminista” que ha cogido fuerza en el país.