Oración a San Saturnino de Tolosa por los moribundos

San Saturnino, San Sernin o San Serenin, fue el primer obispo de Tolouse, quien llevó a cabo sus labores de predicación, además, en las Galias, el Pirineo y la Península Ibérica; de hecho, es uno de los misioneros y santos más populares de Francia y España.

Sobre la vida de este hombre se conocen varias historias; una de ellas relata el momento en el que fue milagrosamente liberado por un ángel luego de haber sido encarcelado por el prefecto romano Rufino, en la ciudad de Carcasonne, junto con Honesto, a quien él mismo convirtió en Tolosa.

Asimismo, sobre el viaje que realizó a Pompaelo, actualmente conocido como Pamplona, también con Honesto, donde convirtieron y bautizaron a varios paganos de la ciudad, incluidos el senador Firmo y su esposa, quienes tiempo después tendrían un hijo que sería obispo de Amiens.

Otra de las historias está relacionada con su muerte, pues se convirtió en mártir en el año 250 luego de que la multitud pagana decidiera lincharlo, al negarse a sacrificar a los dioses, a los que ridiculizaba; para ello, lo amarraron al cuello de un toro, y dejaron que el animal corriera por todas las calles, dejando así el cuerpo de San Saturnino de Tolosa completamente destruido.

Tal como sucede con cualquier otro santo, puedes encomendarte a San Saturnino de Tolosa en cualquier situación, especialmente el día de su conmemoración que es el 29 de noviembre; hoy te dejamos una oración dedicada a él para pedir por una persona que está moribunda, compartida por el portal ‘touteslesprieres.com’.

Oración a San Saturnino por los moribundos

Gloria inmortal seas tú, oh mi Dios infinitamente bueno, que, llamando a las naciones a la luz de la fe, coronó con el martirio al famoso apóstol de Toulouse y nos lo entregó como poderoso intercesor contigo por el tiempo de nuestra muerte.

Señor, en este día en que celebramos su triunfo, que nos obtenga la gracia de servirte en esta tierra y de poseerlo eternamente. Que así sea. San Saturnino, refugio seguro y omnipotente abogado de los que te invocan en la hora de su muerte y de los que sufren asfixia, ruega por nosotros.

Alza, alma mía, tus ojos hacia el Hombre-Dios crucificado, y pasa en tu espíritu con amor compasivo los espantosos tormentos que sufrió tu amo en su humanidad: pero mira al mismo tiempo su suprema majestad y las maravillas de Su poder; porque las Sagradas Escrituras os dicen que desde la hora sexta hasta la novena oscuridad cubrió la tierra, el sol se oscureció, el velo del templo se rasgó de arriba abajo, la tierra tembló , que las rocas se partieron, que los sepulcros se abrieron y que los cuerpos de muchos santos fueron resucitados. Que así sea.