San Anselmo de Canterbury: oración para sanar el cuerpo y el alma

San Anselmo de Canterbury, a quien se le conmemora cada 21 de abril, fue un hombre dedicado a predicar la palabra de Dios y a reformar la vida monástica, de hecho, luchó incansablemente por las libertades de la Iglesia, desde que se convirtió en religioso, siendo muy joven, hasta el día de su muerte.

A él puedes encomendarte en diferentes situaciones, teniendo en cuenta su poder de intercesión, aunque hoy nos centraremos en la sanación, tanto física, como de alma; para ello, te enseñamos una poderosa oración que puedes dedicarle, compartida por el portal ‘Oraciones para limpias’.

Oración de sanación

Glorioso San Anselmo, bienaventurado pastor de almas siempre favoreciste a los más débiles, y de un modo más especial a los enfermos y peregrinos; baluarte de la cultura, nunca dejaste en el abandono a tus hermanos más infelices, los más pobres y necesitados, a quienes dabas cobijo y alimento y cuidabas sus enfermedades y miserias.

Por todo ello, gozas hoy, de la predilección de Nuestro Señor en el Reino de los Cielos, y acudo a ti para solicitar tu intercesión ante Él, Dios Padre Celestial, para pedir sanación de todas mis heridas, tanto físicas como espirituales.

Ayúdame santo mío, cura mi cuerpo y mi alma, porque me embarga la aflicción entre tanto dolor y amargura. Devuélveme la salud, alivia mis penas y congojas, y favoréceme para que bajo tu protección pueda recobrar la felicidad en mi vida, darte gracias por siempre y bendecir tu santo nombre. Amén.

Oración para favores y amparo

Asimismo, si tienes una petición adicional por hacerle a este santo, relacionada con un tema diferente al de la sanación, también puedes solicitar ayuda con una plegaria a la Virgen María, de su autoría, especial para obtener favores y el amparo que tanto necesitas, compartida por el portal ‘Oraciones a Santos Poderosos’.

No son para contar, Reina clementísima, los que, habiendo invocado tu nombre, han conseguido la eterna salvación; ¿y quieres que, invocándote yo, sea defraudado en mis esperanzas? Tal vez no oyes mis clamores en razón de mi gran maldad.

Pero, aun así, no dejaré de llamarte y de decirte con toda el alma, pues eres tan noble y benigna de condición: da oídos a quien humildemente llama a tus puertas y no le desatiendas en sus esperanzas, ni le abandones en su tribulación, ni le dejes sin una palabra de perdón en medio de su pecado. Sana con tus celestiales medicinas las profundas heridas en mi alma abiertas, desátame de los carnales lazos que me aprisionan en la tierra y abrígame siquiera con un jirón del espléndido manto de tu gloria. Amén.