Por: Juliana Palomino • Colombia.com

Bacterias: Algunas son tan astutas que engañan al cuerpo

Para sobrevivir, la bacteria causante de esta enfermedad bucal crea un ambiente en el que expulsa unos paquetes nanométricos de moléculas que controlarían a los agentes del sistema inmune.

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La bacteria que afecta el cuerpo humano. Foto: Shutterstock
La bacteria que afecta el cuerpo humano. Foto: Shutterstock

Para sobrevivir, la bacteria causante de esta enfermedad bucal crea un ambiente en el que expulsa unos paquetes nanométricos de moléculas que controlarían a los agentes del sistema inmune.

Dichos paquetes secretados por la bacteria Porphyromonas gingivalis, son unas estructuras muy pequeñas conocidas como vesículas de membrana externa (OMV), en las cuales el microorganismo empaqueta una gran cantidad de factores de virulencia que sirven para que la bacteria pueda obtener nutrientes.

Yormaris Castillo Romero, magíster en Ciencias - Microbiología de la Universidad Nacional de Colombia (U.N.), investigó sobre los mecanismos de los que se vale esta bacteria para mantenerse con vida dentro de la boca, con el fin de que la ciencia siga avanzando en procedimientos para combatirla.

El objetivo es evitar que la enfermedad llegue a niveles crónicos que con los años se pueden convertir en un factor de riesgo de tener afecciones como ateroesclerosis, artritis reumatoide o resultados adversos del embarazo, entre otros.

En su estudio, la investigadora evaluó las vesículas en membrana externa secretadas por la bacteria y sus contenidos, entre los que se encuentran unas enzimas llamadas gingipaínas, que sirven para que la bacteria pueda alimentarse y obtener energía al romper los enlaces de las proteínas presentes en los tejidos bucales para consumirlas.

El problema es que al hacerlo indirectamente causan daños al hospedador (que es el humano) y pueden provocar cambios en la respuesta inmunológica al intervenir en los niveles de mediadores inflamatorios, que son esas proteínas secretadas por células inmunes para que se encarguen de mantener el equilibrio del cuerpo.

Conocidas también como citosinas, esos mediadores inflamatorios se deben producir en cantidades determinadas, pues cuando se exceden pueden empezar a dañar el cuerpo en vez de protegerlo. Sobre esas proporciones tendrían influencia las vesículas de la Porphyromonas gingivalis, al alterarlas para mantener los procesos infecciosos a nivel oral.

¿Cómo se evidenció esto?

Esto se evidenció a partir de un proceso en el que se cultivó la bacteria en suspensión y sin oxígeno. Del cultivo líquido se obtuvieron las vesículas secretadas por el microorganismo para luego llevarlas a modelos celulares en los que se evaluó su comportamiento con células del sistema inmune conocidas como macrófagos humanos, que son las primeras en actuar cuando llega un patógeno al organismo.

“De esa manera evaluamos cuál era el efecto de las vesículas de membrana externa sobre los macrófagos humanos cuando las estimulábamos con las vesículas y cuando bloqueábamos la acción de las gingipaínas”, indica la investigadora Castillo, quien agrega que eso evidenció que el efecto de las vesículas sobre las células humanas está mediado principalmente por gingipaínas que se encuentran en su interior.

Según investigaciones anteriores, este contenido no es empacado por la bacteria al azar: “se ha visto que Porphyromonas gingivalis empaqueta selectivamente el material que va a poner en estas vesículas. Dependiendo del espacio donde se encuentre el microorganismo pondrá ciertos factores de virulencia en mayor proporción que otros”, explica la investigadora.

El efecto en las vesículas es mayor

Otra de las conclusiones a las que llegó la magíster es que la respuesta de los macrófagos ante el estímulo de las vesículas de membrana externa era mayor que cuando eran estimuladas con la bacteria directamente. “Esto es razonable porque a esta bacteria no le conviene estar expuesta a las células de la respuesta inmune de forma directa”, asegura.

Por eso se atreve a afirmar que las vesículas son una estrategia muy importante que tiene Porphyromonas gingivalis para inducir cambios en nuestra respuesta inmune y favorecerse sensibilizando a las células para que en posteriores procesos infecciosos con esta bacteria no se vea atacada de forma tan directa y así pueda perpetuarse en la boca.

Este estudio invita a ver la salud oral más allá de la estética: “debemos preocuparnos porque la cavidad oral esté saludable y no solo por unos dientes blancos y relucientes. Lo importante es que todos los tejidos se encuentren en equilibrio, porque la boca es un marcador de salud sistémica supremamente importante”, advierte la investigadora.