Por: Alejandro Poveda • Colombia.com

Jaime Garzón: la broma que Gabriel García Márquez casi no le perdona

El episodio, muy comentado entre los amigos de Garzón, le valió una fuerte 'penitencia' para obtener el perdón.

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Nadie estuvo a salvo de sus bromas. Foto: Twitter @EpicuroDeSamos_/Jimmyenlanada
Nadie estuvo a salvo de sus bromas. Foto: Twitter @EpicuroDeSamos_/Jimmyenlanada

El episodio, muy comentado entre los amigos de Garzón, le valió una fuerte 'penitencia' para obtener el perdón.

La pérdida de Jaime Garzón para la crítica política en Colombia es una herida que 21 años después de su desaparición no cicatriza. Además de su clarividente visión sobre el país. Su gran sentido del humor y su calidad humana son algo que los colombianos siguen extrañando desde aquel fatídico 13 de agosto de 1999.

Es que con sus personajes, con sus preguntas incomodas y con su irreverencia, puso a sudar y a reír a reinas, presidentes, candidatos, actrices y periodistas que no encontraban donde esconderse de su verso mordaz. Nadie era intocable para su crítica y quizá fue esa característica, misma que lo llevó a la fama, la que le garantizó que al igual que su padre, no viviera más de 40 años.

Personajes de la política nacional como Andrés Pastrana Arango, Antanas Mockus y Antonio Navarro Wolf eran víctimas recurrentes de sus imitaciones en televisión, pero un episodio poco conocido de la vida de Garzón es la vez que le hizo ‘una pega’ a Gabriel García Márquez por teléfono, una ‘travesura’ que para el Nobel de Literatura, no tuvo nada de gracia.

Según han relatado sus amigos más cercanos, la broma al premio Nobel de Literatura tuvo lugar en 1991, cuando el Gobierno de Colombia, en cabeza del presidente Cesar Gaviria, atravesaba un difícil momento en los diálogos de paz con las guerrillas de las Farc, el ELN y el EPL, que se adelantaban en Venezuela.

Tal y como señala Soho en uno de sus artículos, la idea de la broma surgió una tarde en el apartamento de Garzón en Bogotá, donde se encontraba reunido con algunos amigos, entre ellos el también periodista Enrique Santos. El tema de la paz no demoró en relucir en la conversación y esto inspiró al también abogado para hacer una de sus ‘travesuras’.

Haciendo uso de su talento para la imitación llamó a la casa del Nobel en Cartagena, entonó la estridente voz del presidente Cesar Gaviria y haciéndose pasar por él, pidió hablar con Gabo. Allí, le explicó que los diálogos de paz necesitaban de su ayuda urgentemente por lo que lo necesitaba que se reuniera tan pronto fuera posible con el presidente de Venezuela, Carlos Andrés Pérez, para que los esfuerzos de paz no se esfumaran.

La irreverente broma fue recreada, con algunas modificaciones, en los primeros minutos de la novela Garzón Vive, capitulo 55.

García Márquez, quien entendía lo apremiante de la situación, no notó las risas medio acalladas al otro lado del teléfono y se comprometió a viajar para intervenir en la situación. El falso Gaviria le aseguró que al día siguiente tendría un avión para su desplazamiento, le agradeció una vez más y se despidió antes de que su propia risa lo delatara en la trampa.

A Enrique Santos, el miedo después de la risa, le pesó más en la conciencia y decidió llamar a Gabriel García Márquez para explicarle la situación. La decepción del autor de ‘Cien años de soledad’, se hizo notar y pasarían varios meses para que disculpara la impertinencia de Garzón.

La oportunidad de redención se dio en Bogotá cuando García Márquez visitó el restaurante El Patio, muy frecuentado por Garzón, quien tan pronto vio al nobel se vistió de mesero y, antes de atenderlo, le recitó letra por letra el primer capítulo de ‘Cien años de soledad’, penitencia que le garantizó la ‘absolución’ por su osada broma.