Por: Redacción Colombia.com • Colombia.com

Hacienda Meyendorff: las ruinas de un alma atormentada

Enclavada en el Valle del Cauca, no solo se encuentran las ruinas de una hacienda, sino el alma de una joven a la que los apellidos y abolengos no le permitieron ser feliz.

Actualización
La Hacienda Meyendorff esconde un oscuro y tenebroso pasado. Foto: Pixabay
La Hacienda Meyendorff esconde un oscuro y tenebroso pasado. Foto: Pixabay

Enclavada en el Valle del Cauca, no solo se encuentran las ruinas de una hacienda, sino el alma de una joven a la que los apellidos y abolengos no le permitieron ser feliz.

Existen lugares en los que a pesar del bello paisaje y la bonita vegetación es difícil evitar que el cuerpo entre en una especie de congelamiento a pesar de que la temperatura esté sobre los 30 grados, y cuando llega la noche, con la temperatura descendiendo y la brisa refrescando el ambiente, el aire se enrarece y a pesar de que los bichitos y su canto arrullen la noche, los pelos de punta y el crujir de dientes son asuntos que no se pueden controlar. Bienvenidos a la Hacienda Meyendorff.

En el Valle del Cauca existen desperdigadas por todo su territorio, construcciones que sirven como testigo de lo que una vez fue un lugar en el que hombres de pujanza se afincaron para labrar las historias de una economía boyante que ayudó a forjar el progreso de la zona y la de un país.

Muy cerca de Palmira aún existe un lugar que, a pesar de su abandono, se mantiene en pie para beneplácito de los amantes de la arquitectura y su conservación, pero para quienes son sensibles a las historias de espectros y espíritus, no componen un escenario de visita placentera.

Visitar esta casona, que para muchos puede ser refugio de animales, puede hacer que la mente divague y se imagine niños corriendo por sus escaleras y a través de sus corredores, chicos saltando y jugando a las escondidas y la mente se encarga de pintar sus caras y hasta escuchar sus risas, sí, escuchar sus risas.

De repente, esas risas se oyen tan claras, pero no se puede registrar la imagen de ningún niño, santo Dios, no hay ningún niño, pero sus risas son tan claras y en las noches, los inocentes ruidos de jugarretas infantiles, pueden transformarse en una horrenda experiencia.

Un futuro brillante para una niña que vivía con las comodidades de una familia acomodada se convirtió en frenesí de lamentos profundos en la oscuridad, porque su amor por un joven de clase menos favorecida fue prohibido por sus padres, fue condenado por una sociedad que no perdonaba que pobres y ricos pudiesen unir sus corazones.

Ante tal veto injusto, la niña no pudo hacer nada, fue tal su congoja y desespero que se suicidó lanzándose desde la parte más alta de la casa, cayendo en un patio, ese mismo lugar de travesuras y rondas infantiles se convirtió en un espacio teñido de sangre.

La vida de la familia no fue la misma, de hecho, fue el inicio de una muerte lenta que con el tiempo los alejó de esta gran finca. La niña tuvo sepultura para su cuerpo, pero su alma vaga por los corredores y balcones, cuyas tablas crujen en una melodía de grillos y de terror.

La Hacienda Meyendorff es una más de tantas que fueron abandonadas, no por asuntos económicos, sino por eventos trágicos ocurridos en ellas.