Johnny Cay: Un santuario al placentero descanso con la brisa refrescante del Caribe

Un islote de casi 5 hectáreas es uno de los parajes del archipiélago de San Andrés y Providencia que no se le puede escapar a la visita de los turistas que quieren disfrutar del encanto Caribe, un lugar lleno de alegría y del espíritu de piratas y filibusteros que encontraron en sus islas no solo una base de operaciones, sino una porción de tierra que repone las fuerzas con sus encantos.

Johnny Cay es una de las atracciones de la isla y se encuentra a kilómetro y medio de su parte norte y es el mayor de los Cayos que rodean a San Andrés y se llega a él en lancha en un viaje corto, este islote es llamado Sucre, pero dicha denominación solo la tienen como referencia los libros, porque para los sanandresanos y para los turistas, Johnny Cay es Johnny Cay.

Este cayo cuenta con una arena de un color blanco inmaculado y en él se encuentra un abundante número de cocoteros, cuyos frutos se destinan para la elaboración del coco loco y diferentes preparaciones con él, este es aprovechado para el consumo doméstico y para ofrecerlo a los visitantes.

El clima en Johnny Cay es elevado como en el resto del archipiélago, pero una brisa fresca y constante logran aminorar la temperatura de un lugar en donde el sol es el rey permanente.

Johnny Cay no cuenta con hoteles ni viviendas debido a su tamaño, pero es el refugio en donde los isleños dan rienda suelta a la nostalgia a través de sus melancólicas tonadas interpretadas con mandolina, maracas, guitarras, tináfonos y quijadas de caballo.

Este islote es la fiel referencia a Anansi, símbolo de la cultura sanadresana que evoca los ancestros africanos representada en una araña, que, siendo un animal pequeño y en apariencia débil, logra derrotar con astucia e inteligencia al león y al tigre, por eso una pequeña porción de tierra como la del islote puede representar la gran belleza de la naturaleza, siempre caprichosa y diversa.

Las iguanas y los cangrejos rojos son las especies animales de Johnny Cay y los turistas comparten la playa con ellos mientras se disfruta de la comida propia de las islas, un buen rondón o un pargo, piña colada y diversión sin límites con el buceo y los deportes náuticos tradicionales y extremos.