Ocho mitos de la anestesia para superar

La Sociedad Colombiana de Anestesiología y Reanimación (S.C.A.R.E.), que lleva 65 años en la labor de impulsar el avance de esta práctica en el país, invita a esclarecer los mitos sobre la anestesia y su uso en cirugías. Aquí repasamos los ocho mitos más populares según los especialistas.

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La Sociedad Colombiana de Anestesiología y Reanimación (S.C.A.R.E.), que lleva 65 años en la labor de impulsar el avance de esta práctica en el país, invita a esclarecer los mitos sobre la anestesia y su uso en cirugías. Aquí repasamos los ocho mitos más populares según los especialistas.

Sentir nervios o temor a la hora de enfrentarse a un procedimiento anestésico quirúrgico es totalmente normal. La mayor parte del tiempo, estas preocupaciones están fundamentadas sobre creencias populares que nada tienen que ver con la realidad o con las evidencias científicas relacionadas con el tema.

La Sociedad Colombiana de Anestesiología y Reanimación (S.C.A.R.E.) agrupa a más de 2.400 anestesiólogos en todo el país. Fueron ellos, precisamente, quienes eligieron las ocho creencias más comunes y comentadas por sus pacientes en las valoraciones previas a una cirugía:

1.    El mito: necesito una prueba para saber si me va a ir bien con la anestesia o si soy alérgico

La realidad: es muy poco probable que alguien sea alérgico a la anestesia. Por esta razón ¡no hay tal prueba!. No existe un estudio que determine si un paciente es alérgico a la anestesia o si resistirá la cirugía. Lo que sí existe es una valoración previa del paciente, donde el especialista evalúa sus condiciones físicas y, solo si tiene antecedentes patológicos o quirúrgicos que hayan tenido alguna complicación, solicita exámenes. A los pacientes que vienen del extranjero se les recomienda esperar tres o cuatro días antes de someterse a una cirugía, ya que primero deben adecuarse al ambiente. Después del procedimiento se recomiendan otros tres días de recuperación antes de viajar. Por lo general, una persona sana menor de cincuenta años no requiere exámenes de laboratorio.

2.    El mito: si me aplican anestesia epidural voy a quedar paralítico o no volveré a caminar bien

La realidad: la técnica anestésica hoy en día es muy segura; sin embargo, existe una posibilidad muy remota de tocar un nervio con la aguja. Si esto llega a ocurrir es posible, con la queja del paciente, retirar el instrumento antes de inyectar el anestésico.

3.    El mito: me voy a volver adicto a los opioides

La realidad: los opioides son drogas similares al opio que se emplean, de manera frecuente, para aliviar el dolor. Entre las más reconocidas se encuentran la morfina, la codeína y la metadona. En efecto, podría desarrollarse una adicción si se recibe una cantidad significativa de anestesias seguidas. No obstante, en un suministro de anestesia normal, así se aplique una dosis alta, la probabilidad de crear adicción es cero.

4.    El mito: cuando despierte de la anestesia puedo revelar algunos secretos

La realidad: el despertar de cada individuo es particular. Se han presentado casos donde las personas lloran, gritan, les da temblor, náuseas o vómito, pese a que se les administra previamente medicamentos analgésicos para ayudarlos a tener un mejor retorno al estado de conciencia. Sin embargo, este mito tiene su razón de ser, pues el barbitúrico (fármaco que actúa como sedante del sistema nervioso central y produce desde sedación suave hasta anestesia total) pentotal sódico se usó por mucho tiempo como suero de la verdad. Aunque existe tal fármaco, en la dosis utilizada para procedimientos quirúrgicos no tiene esa implicación.

5.    El mito: los medicamentos anestésicos me van a dañar el cerebro o no despertaré jamás

La realidad: los estudios realizados actualmente han encontrado que la anestesia general si puede producir muerte de las neuronas, pero esto solo es posible en edades muy inmaduras y en pacientes mayores. Por otra parte, la probabilidad de que un paciente muera durante una cirugía debido a la anestesia es muy poca. La tasa de mortalidad en el mundo es de 1 en 200.000 procedimientos con anestesia general. Los riesgos son cada vez más bajos.

6.    El mito: suminístreme poca anestesia, no sea que se le pase la mano

La realidad: la anestesia no es poquita ni mucha sino la que necesita el paciente. Por lo regular, los medicamentos se administran por kilo de peso, algunos por peso total y otros por peso ideal. Así, si un paciente pesa 200 kilos, la anestesia le será suministrada según su peso ideal que pueden ser, por ejemplo, 70 kilos.

7.    El mito: no puedo hacerme varias cirugías en un año porque me da hepatitis

La realidad: hoy en día no existen restricciones al respecto. Un paciente puede exponerse a cualquier cantidad de anestesia de acuerdo con las indicaciones médicas. Hace algunos años se debía esperar dos años entre una cirugía y otra porque se podía presentar una hepatitis, pero esto ya ha sido revaluado.

8.    El mito: el anestesiólogo solo aparece al inicio y al final de la operación

La realidad: la presencia de estos especialistas es transcendental en casi cualquier práctica médica, ya que tienen la responsabilidad de estabilizar los sistemas vitales y corporales de los pacientes (especialmente el cardiovascular y el respiratorio). Durante la cirugía el anestesiólogo no va a tomar café, pues debe estar monitoreando cada una de las respuestas de los órganos del paciente y su condición en el transcurso del procedimiento. 

Sobre estos mitos, José Ricardo Navarro, presidente de la S.C.A.R.E., anota que “los avances en la distribución eficiente de la anestesia y en la seguridad para el paciente son crecientes y le permiten a la medicina efectuar intervenciones que hasta hace algunos años eran impensables. Hoy, pese a las difíciles condiciones de salud que pueda presentar una persona, se puede anestesiar a pacientes con enfermedades graves, como diabetes, hipertensión, lesiones del hígado, entre otras”. Agregó que la anestesiología pasó de ser una de las especialidades de mayor riesgo a una de las más seguras gracias a la tecnología, los avances de los fármacos y a la capacitación que reciben estos profesionales.