"Vi morir a mis compañeros": el testimonio de Orlando Arrechea que revive la tragedia del Palacio de Justicia
A 40 años de la toma del Palacio de Justicia, Orlando Arrechea, revive el secuestro, las muertes y las torturas que recibió por parte de los militares
A 40 años de la toma del Palacio de Justicia, Orlando Arrechea, revive el secuestro, las muertes y las torturas que recibió por parte de los militares
Era una mañana cualquiera en Bogotá cuando Orlando Arrechea, uno de los sobrevivientes de la toma del Palacio de Justicia, recordó los hechos que marcaron su vida hace 40 años. Para entonces, Arrechea trabajaba como oficial mayor de la Secretaría de la Sala de la Corte Suprema de Justicia. No solo fue víctima del secuestro perpetrado por el M-19, sino que también presenció el asesinato de varios de sus compañeros.
Arrechea, oriundo del Cauca, relató en diálogo con Noticias Caracol el orgullo que sentía por su labor en el Palacio de Justicia y recordó con nostalgia la amistad que tenía con los periodistas que pasaban a diario frente a su oficina. Según contó, antes de la toma ya circulaban rumores sobre un eventual ataque: “Todo el mundo lo sabía, en la cafetería todo el mundo hablaba de eso”, afirmó. Añadió que era un “secreto a voces”, aunque jamás imaginó la magnitud de la tragedia que se avecinaba.
El miércoles 6 de noviembre de 1985, como de costumbre, salió a la cafetería. De repente escuchó explosiones. En cuestión de segundos, vio al administrador del lugar, Orlando Bayo, correr desesperado. Aunque Arrechea le gritó, lo presenció morir asesinado frente a sus ojos.
El Ejército Nacional ingresó rápidamente por unas escaleras para evacuar a la esposa del entonces ministro de Gobierno, Jaime Castro, y al hermano del presidente Belisario Betancur. Les prometieron regresar por los demás, pero nunca lo hicieron. Arrechea fue rescatado cerca de las 4 de la tarde junto a otros rehenes, quienes salieron en fila, pegados a la pared y con las manos en el cuello.
Tras la evacuación, él y otros empleados fueron llevados por los militares a la Casa del Florero. Según su testimonio, la verdadera tragedia apenas comenzaba: “la más horrible tragedia que un inocente pueda soportar: la tortura”. Los militares sospechaban que los guerrilleros podrían estar intentando escapar haciéndose pasar por empleados. Hacia las 6 o 7 de la tarde los más jóvenes fueron trasladados al segundo piso, donde comenzaron los interrogatorios por parte de la Inteligencia Militar.
Fue allí donde empezaron las acusaciones y el “ablandamiento”. Arrechea recibió golpes, “trompadas, patadas”. Lo señalaron de ser un guerrillero y de haber participado en la toma de Corinto, acusación que negó rotundamente. Posteriormente, el Ejército lo incluyó en un oficio como sospechoso, en una lista de seis personas detenidas en los alrededores del Palacio de Justicia para establecer sus identidades.
El temor aumentó cuando le informaron que sería llevado a la Escuela de Caballería en Usaquén. Para sobrevivir, ideó una estrategia: escribió su nombre en pequeños papeles y los lanzó hacia los periodistas conocidos, con la esperanza de que supieran que no estaba en su oficina ni había desaparecido.
En Usaquén, el suplicio continuó. Lo llevaron a las caballerizas y fue sometido a torturas “posiblemente más fuertes” que las anteriores, mientras lo llamaban “delincuente”. Afortunadamente, alguien lo reconoció al ingresar a la guarnición y avisó a su familia, lo que contribuyó a ser liberado.