Por: Alejandro Poveda • Colombia.com

Opinión: "La discriminación en Colombia sigue viva y se ve a diario"

Es una enfermedad que no conoce fronteras y que se mueve, transmuta, muere y re nace diariamente.

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Es una enfermedad que no conoce fronteras y que se mueve, transmuta, muere y re nace diariamente.

Las ideas y opiniones expresadas en esta publicación son las del autor y no necesariamente reflejan la opinión ni posición de Colombia.com

El caso de George Floyd, el afroamericano (evado la palabra negro) de 46 años, asfixiado por un oficial de policía en Minneapolis, EE.UU, puso en discusión mundial un hecho que es una realidad en pleno siglo XXI. La discriminación, de todo tipo, sigue viva, y lo seguirá estando mientras no aprendamos a reconocer al otro como un igual.

Ahora Minneapolis gime, se queja, arde y se destruye. Las protestas, con sus incendios y saqueos, se han tomado sus calles, tras un caso que se volvió mediático pero que es un fenómeno que sucede a diario en Norteamérica, en América, en el mundo. La discriminación es una enfermedad que no conoce fronteras y que se mueve, transmuta, muere y re nace diariamente.

La población afro del mundo reclama justicia para Floyd, quien hoy presta su rostro para dar cara a aquello en lo que el racismo, y todo tipo de discriminación, puede terminar. Discriminamos, por cualquier motivo, por el color de piel, la nacionalidad, las inclinaciones sexuales, las condiciones socioeconómicas. Cualquier excusa sirve. Discriminamos.

Y no, no toda discriminación incluye violencia física. Las palabras en Colombia también se usan para reducir al otro. Los afrodescendientes parecieran carecer de nombre, todos son ‘Negro’, ‘Niche’, ‘Primo’. Adjetivamos al otro, ya es cultural.

Pero eso de ‘cosificar’ al otro no creo que sea correcto. La palabra ‘Negro’, por ejemplo, tiene una carga histórica muy fuerte para dicho grupo poblacional. Algunos no toleran en absoluto que se les llame así, otros, quizá más resignados, prefieren no refutarla para no repetir la explicación mil veces repetida de por qué ellos no son un simple color. Mientras que otros, en empoderamiento, la han tomado como una bandera de resistencia y auto reconocimiento.

Somos un país que desconoce su mezcla, pero pretende enorgullecerse de ella. Sacamos pecho con el vallenato, con la salsa; con los cantos llaneros, con la tradición indígena, con la sazón del Pacífico. Sin embargo, nos avergüenzan nuestras raíces. No reconocemos que tenemos algo de indígenas, algo de africanos, si de blancos, negamos el campo. Somos mestizos pero nos creemos blancos. Con esa negación solo nos queda ser un chiste, eso sí somos.

Sin embargo la población Afro en Colombia no es la única que sufre con el rechazo. El coronavirus reveló que no somos iguales y que ni los derechos constitucionalmente reconocidos valen para todos. Alejandra, una trabajadora sexual trans del barrio Santa Fe, en Bogotá, falleció asfixiada luego de que al parecer una ambulancia se negara a atenderla por ser paciente con VIH.

@redcomunitariat

A las 12:30 Alejandra se ...

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El caso fue denunciado por la Red Comunitaria Trans por medio de su cuenta de Twitter. La indignación no se hizo esperar. El hashtag #JusticiaParaAlejandra se hizo tendencia y muchos colombianos reclamaron el actuar del Estado. Así, no fue la rodilla de un agente de policía la que le quitó el derecho de vivir a Alejandra sino la discriminación silenciosa que reduce a nada a quien es miembro de la comunidad LGBT y pobre. A quien la enrevesada tramitología del país le arrebata la existencia porque un ‘conducto regular’ es más importante que el milagro de la vida.

George Floyd, en EE.UU, y Alejandra, acá en Colombia, son hoy el triste rostro de todas las víctimas que diariamente son rechazadas por una carga social que no desaparece. A quienes ni el derecho a vivir se les ha respetado y en algunos casos ni el derecho a una vida digna.

Preocupa aún más el silencio cómplice de todos nosotros. Testigos permanentes de casos de discriminación que se han normalizado con el paso de los años. Una premisa para la vida podría ser aquella que reza “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. En la que se entienda que el prójimo no solo es aquel blanco, heterosexual, adinerado que piensa igual que yo, sino todo ser viviente que hace de este mundo, nuestro mundo, un lugar diverso. Toda vida vale, toda vida es un milagro