Por: Liliana Matos • Colombia.com

Análisis: ¿Son contundentes las protestas en Colombia?

Salir a las calles a exigir que se cumplan con los derechos plasmados en la Constitución Política se ha convertido en una solución para diversos grupos de la sociedad.

¿está el Gobierno preparado para sentarse a escuchar los puntos que los manifestantes quieren negociar?. Foto: EFE
¿está el Gobierno preparado para sentarse a escuchar los puntos que los manifestantes quieren negociar?. Foto: EFE

Salir a las calles a exigir que se cumplan con los derechos plasmados en la Constitución Política se ha convertido en una solución para diversos grupos de la sociedad.

Trabajadores, estudiantes, transportadores y movimientos indígenas, entre otros, han sido los protagonistas de una Colombia en la búsqueda de una voz de protesta.

Según define la Fundación Ideas para la paz, el derecho a la protesta “es un medio legítimo para la reivindicación de derechos de cualquier índole, que se encuentra constitucional y legalmente protegido”, que recoge un conjunto de derechos fundamentales como el de “asociación o reunión pacífica, libertad de expresión y huelga y otras garantías relacionadas, en la ejecución de circunstancias específicas de tiempo, modo y lugar”.

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El artículo 37 de la Constitución Política de Colombia indica que: “toda parte del pueblo puede reunirse y manifestarse pública y pacíficamente. Sólo la ley podrá establecer de manera expresa los casos en los cuales se podrá limitar el ejercicio de este derecho”.

La protesta en Colombia se remonta a la segunda mitad del siglo XVI, cuando los indígenas tayronas y quimbayas se opusieron a la llegada de los extranjeros; este fue primer pronunciamiento indígena en el que hubo rebeliones y ataques que hicieron que lugares como Santa Marta (que era un poblado en la época) tuviera que fortalecer sus construcciones en varias ocasiones.

Pero en tiempos modernos, a comienzos del siglo XX, los resultados han sido desiguales. Mauricio Archila, profesor del Departamento de Historia de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) señala:

“El gran aporte de la protesta es esa forma de expresarse de los ciudadanos por vías no necesariamente institucionales -que no quiere decir que siempre esté relacionada con la violencia destructiva-  y que generalmente está vinculado a motivos específicos que no siempre son políticos, sino más bien sociales”.

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En casos como el colombiano se consagra el derecho a la protesta pacífica, a pesar de esta ligada con conductas tipificadas como “delitos en contra de la seguridad pública, o desde el punto de vista de la prohibición de huelga en el caso de servicios públicos esenciales” (Ideas Paz).

Más allá de su consagración jurídica en los artículos 37, 53, 93, 20 y 23 entre otros, el llamado es a la reflexión, a la libre expresión y dentro de ello, a la protesta como un espacio para la gente se exprese y diga con qué no está de acuerdo.

La fórmula para la protesta

Para el profesor Archila, una protesta tiene éxito en la medida que se presenten estos tres factores:

  • Que sean numerosas
  • Que las reivindicaciones sean justas sino también transmitidas efectivamente para que tengan un respaldo de la ciudadanía
  • Que las formas de protesta sean incluyentes y atractivas

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“Hay algunas protestas que no han resultado como se han pensado y otras que sí como las de los estudiantes en 2018”, explica el docente que insiste en que si se logra que las protestas sean masivas, es importante que se tengan ideales justos y un buen mensaje, solo de ese modo se puede movilizar a las personas de una forma pacífica.

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Para el autor del libro 'Idas y venidas, vueltas y revueltas, protestas sociales en Colombia 1958 - 1990', en Colombia no se ha logrado un nivel dramático en las marchas ni se han llegado a tener alteraciones como ha ocurrido en otras partes del mundo.

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“En Colombia la protesta no ha sido tan contundente y esto se debe a la violencia política que hay en otros países y que aquí solo queda en la polarización”.

Sin embargo, hubo una protesta que marcó la historia del país fue la que terminó con la caída del general Gustavo Rojas Pinilla como Presidente de Colombia. Duró aproximadamente tres años y sumó factores violentos que venían de distintas partes de la sociedad, que incluía a la oposición, la iglesia, los gremios y la prensa. Pasó por distintos estados como la censura, la represión, la muerte de estudiantes que alzaron su voz con lo que llamaron los titulares “Disparos indiscriminados que vinieron desde arriba”: 

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Desde 1954 y hasta comienzos de 1957, la sociedad completa se unió con un propósito: terminar con los desmanes de una dictadura que no solo cerró medios de comunicación sino que actuó con fuerza ante los protestantes. Finalmente, el 10 de mayo de ese año, el general Pinilla fue reemplazado por una Junta Militar mientras en las calles aún había paro cívico.

Años más tarde, exactamente el 13 de septiembre de 1977 se dio la manifestación más grande y violenta del país: la gente se enfrentó al Gobierno del presidente recién elegido Alfonso López Michelsen, el descontento por su elección era tan notorio pues se había tomado la decisión de declarar una emergencia económica que se tradujo en más impuestos. Tras un día de marcha que incendió a Bogotá, terminó una voz de protesta con por lo menos treinta menores de 25 años muertos.

De años más recientes, los bloqueos realizados por la comunidad asociada al Consejo Regional Indígena del Cauca (CRIC) que obtuvieron como respuesta represión y que hoy todavía tiene rezagos con los asesinatos de líderes indígenas en la zona.

Medidas sin rumbo para la protesta

La gran diferencia con la época actual, señala Archila, es que ahora las protestas no tienen mucha acogida y no mueve a la totalidad de la gente. Por otra parte, medidas represivas como llamar a un toque de queda no son la respuesta para una sociedad que está indispuesta con el gobierno.

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“Éstas medidas represivas lo que pueden hacer es encender las llamas y aumentar la polarización. El Gobierno le está dando demasiada importancia a la protesta del 21 de noviembre, pero sabe que no está presupuestada como una tan fuerte como en otros países, que han terminado hasta con la renuncia de un presidente”.

Pero, ¿qué debe hacer el Gobierno? “Negociar, escuchar a la gente, buscar un camino que no sea contraproducente para la mayoría. El que uno de los motivos de mayor protesta sea el “incumplimiento” de leyes y acuerdos por parte del Estado expresa la gravedad de lo señalado. 

La pregunta ahora es, ¿está el Gobierno preparado para sentarse a escuchar los puntos que los manifestantes quieren negociar?