El dólar sonríe, los exportadores no: tensión con Estados Unidos agita el mercado
La crisis diplomática entre Colombia y Estados Unidos preocupa al sector económico, pues podría afectar directamente el bolsillo de los colombianos.

La crisis diplomática entre Colombia y Estados Unidos preocupa al sector económico, pues podría afectar directamente el bolsillo de los colombianos.
La creciente tensión diplomática entre Colombia y Estados Unidos ha encendido las alarmas en los sectores económicos y empresariales del país. Las confrontaciones entre los presidentes Gustavo Petro y Donald Trump, que pasaron de simples diferencias políticas a duros intercambios de acusaciones, han creado un ambiente de incertidumbre que amenaza con tener un impacto directo sobre la economía colombiana. Lo que comenzó como una disputa discursiva podría traducirse en consecuencias financieras graves para los trabajadores, empresarios y consumidores del país.
El punto de mayor preocupación surgió tras las declaraciones del senador republicano Lindsey Graham, quien aseguró que Estados Unidos podría imponer nuevos aranceles a las exportaciones colombianas. Una medida de ese tipo afectaría al núcleo de la relación comercial entre ambas naciones, pues Estados Unidos es el principal socioeconómico de Colombia. El 31 % de las exportaciones nacionales se dirige a ese país, principalmente en productos como café, flores, petróleo, banano, carne y confecciones. De aplicarse impuestos adicionales, los bienes colombianos perderían competitividad, las exportaciones caerían y miles de empleos se verían comprometidos, especialmente en el sector agrícola y manufacturero.
Las consecuencias no se limitarían a los exportadores. Actualmente, más de 3.000 empresas colombianas tienen vínculos comerciales con Estados Unidos. Si el flujo de intercambio se reduce o encarece, muchas de ellas enfrentarían pérdidas considerables, lo que podría derivar en despidos masivos o cierres de operaciones. Además, el 70 % de los bienes que Colombia importa desde Estados Unidos son productos que no se fabrican localmente, como maquinaria, tecnología, medicamentos y equipos industriales. Si se impusieran restricciones o mayores aranceles, los costos de producción aumentarían, generando presiones inflacionarias y afectando tanto a las empresas como a los consumidores.
Otro de los pilares económicos que podría verse golpeado es la inversión extranjera directa (IED). Estados Unidos representa el 34 % de la IED que recibe Colombia y ha sido históricamente su principal inversor. Solo en el primer trimestre del año ingresaron al país más de 1.000 millones de dólares provenientes de ese origen. Si la relación bilateral se debilita, la confianza de los inversionistas podría reducirse, afectando proyectos estratégicos en sectores como infraestructura, energía, tecnología y servicios. Un retroceso en este frente impactaría la generación de empleo y el crecimiento económico nacional.
También se verían comprometidas las remesas, un flujo económico vital para millones de familias colombianas. Durante el primer semestre del año, Colombia recibió más de 3.200 millones de dólares en remesas, y Estados Unidos es el principal país emisor. Una eventual crisis diplomática podría encarecer los envíos o dificultar las transferencias, reduciendo los ingresos de los hogares que dependen de ese dinero para su sustento.
El turismo es otro de los sectores vulnerables. Los estadounidenses representan más del 25 % de los visitantes extranjeros que llegan al país. Si las tensiones escalan, el flujo de turistas podría disminuir, afectando a hoteles, aerolíneas, restaurantes y comercios locales.
Finalmente, está en juego la cooperación económica y la asistencia que históricamente ha brindado Estados Unidos a Colombia, especialmente en programas de seguridad y lucha contra el narcotráfico. La reducción o suspensión de estos recursos podría debilitar políticas clave para la estabilidad del país.
En resumen, una prolongada crisis diplomática entre Colombia y Estados Unidos tendría efectos económicos profundos: caída en exportaciones, pérdida de inversión, inflación, desempleo y menor ingreso familiar. En este escenario de confrontación política, el verdadero costo no lo pagarían los gobiernos, sino los colombianos de a pie.