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Por: Juan Carlos García Sierra • Colombia.com

Los apodos de los futbolistas criollos

Los elementos que componen el vasto universo del balompié son llamados de forma particular, son ya reconocidas las formas como en otras latitudes son denominados los protagonistas del deporte más popular del mundo y Colombia no es la excepción.

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Los elementos que componen el vasto universo del balompié son llamados de forma particular, son ya reconocidas las formas como en otras latitudes son denominados los protagonistas del deporte más popular del mundo y Colombia no es la excepción.

Aquí, en la tierra del Cóndor extinto y del gorro frigio en el escudo, no se le llama botín al zapato que golpea la pecosa, sino guayo. No se le dice caño al pasar la pelota entre las piernas del rival sino túnel. Y la esférica no traza un efecto sino una comba. Un gol no es un tanto sino un pepo y un encuentro ocasional de fútbol no es un partido sino un picadito y los futbolistas, la razón de ser de esta disciplina indisciplinadamente bella, gozan de motes, remoquetes, alias o apodos únicos.

Eso de bautizar a un jugador con sobrenombres como "flaco", "gordo", "negro" o "chino" no solo es simple sino que hasta antifutbolístico resulta porque hasta para rotular a un jugador gracia se necesita.

Los animales han compuesto en Colombia un verdadero zoológico con especies como "El Caimán" Sánchez, "La Gallina" Calle, "El Tigre" Falcao, "La Pantera" Tréllez, "El Camello" Soto, el "Palomo" Usuriaga, "La Mosca" Caicedo, "La perra" Carrillo y el deliciosísimo y recordado "Chigüiro" Benítez.

Radamel "El Tigre" Falcao es el goleador histórico de la Selección Colombia. Foto: Luis Plata - Colombia.com

Vehículos también han servido para denominar a destacados futbolistas como "El Tren" Valencia, "El Tranvía" Escobar, "El Ferri" Zambrano y el muy bélico "Misil" Restrepo, guerrero el apodo porque el señor Restrepo era un pan de Dios según afirma su señora progenitora.

Claro está que también han adornado las canchas del rentado nacional exponentes como "Chichigua" García, "El Fresco" Aguirre, "Efectividad" Serrano, "Manimal" Cortés o "Miyuca" Mosquera, todos ellos con remoquetes cuyo origen y significado son hoy un misterio tan grande como el triángulo de las Bermudas, no de "El Patrón" Bermúdez, el oriundo de Calarcá que hasta el último día en que se vistió de cortos fue fiel a su alias.

Bocados alimenticios no se han ausentado de la mesa futbolera y por eso "El Chonto" Gaviria, "El Panelo" Valencia o "El Huevo" Gil han hecho las delicias de aficionados y narradores deportivos.

No hay que olvidar al "Chusco" Sierra, a "La Moña Galvis", a "La Pinta García" o las sabías declaraciones del "Totono" Grisales, el mismo que patentó la famosa frase: “Tengo un sin sabor amargo”.

Antes de la aparición con goles y clavadas de "colmillo" del uruguayo Luis Suárez existió un futbolista cuyo apodazo compone las páginas gloriosas del fútbol colombiano y sus sobrenombres: Rigoberto "Me muerde" García, que al mejor estilo del "Conde Drácula" posaba sus afilados dientes en la existencia de ingenuos atacantes que osaban ingresar a su castillo de las 16 con 50.

Claro que no solo de un simple o sonoro nombre se componen los apodos, también han dejado huella en la grama los taches de famosos y exitosos futbolistas como Giovanni "Caretragedia" Hernández, llamado durante una época como Giovanni “siempre me arrugo en partidos internacionales” Hernández, figura del Cali, Junior, Colo Colo de Chile y Colón de Argentina o Eduardo "Tírenme pasito o si no la suelto" Niño, ícono de Santa fe, América y la selección juvenil campeona del suramericano de 1987.

Los apodos definitivamente son tan importantes en el fútbol como el gol. Le ponen gracia y sabor a un deporte que se vuelve cada vez más científico y farandulero y pierde su esencia primaria que es divertir. Nos vemos porque me voy a un "cotejo" y lo que soy yo, voy a clavarme mis buenos "pepos" y luego me voy a hacer tercer tiempo.