Oración de San Ambrosio para antes de iniciar la Santa Misa

Actualmente, asistir a las iglesias para escuchar la palabra de Dios ha perdido importancia, especialmente para las nuevas generaciones que suelen ser de ideologías muy variadas; no obstante, aún existen personas que lo siguen acogiendo como una actividad muy valiosa dentro de su rutina, bien sea de todos los días, o de los momentos en los cuales tienen un poco más de tiempo, como los fines de semana.

Para todos aquellos que gozan de estas increíbles Celebraciones Eucarísticas hoy traemos una hermosa oración creada por uno de los más famosos doctores y padres de la Iglesia, San Ambrosio, la cual se debería realizar antes de dar inicio a la Santa Misa.

San Ambrosio, perteneciente a una familia de sangre noble y cristiana, tuvo una gran labor en Milán, luego de que fuera nombrado gobernador de Italia por el emperador, y Obispo de dicha ciudad por petición de las personas que escuchaban fielmente sus palabras sobre la presencia de un Todopoderoso.

Y es que, la razón por la que esta oración es la perfecta para la Santa Eucaristía, es porque en vida siempre se encargó de enseñar la Palabra de Dios y a difundir a todo el pueblo las Santas Escrituras, motivo por el cual se le considera, después de San Hilario, como el primero de los Padres que tuvo la Iglesia occidental, junto con San Jerónimo y San Agustín.

Oración para antes de la Santa Eucaristía

“¡Oh Piadoso Señor Jesucristo!, Yo pecador, sin presumir de mis méritos, sino confiando en tu bondad y misericordia, temo y vacilo al acercarme a la mesa de tu dulcísimo convite, pues tengo el cuerpo y el alma manchados por muchos pecados, y no he guardado con prudencia mis pensamientos y mi lengua.

Por eso, oh Dios bondadoso, oh tremenda majestad, yo que soy un miserable lleno de angustias, acudo a ti, fuente de misericordia; a ti voy para que me sanes, bajo tu protección me pongo, y confío tener como salvador a quien no me atrevería a mirar como juez. A ti, Señor, muestro mis heridas y presento mis flaquezas.

Sé que mis pecados son muchos y grandes, y me causan temor, más espero en tu infinita misericordia. Oh Señor Jesucristo, Rey eterno, Dios y hombre, clavado en la cruz por los hombres: mírame con tus ojos misericordiosos, oye a quien en ti espera; tú que eres fuente inagotable de perdón, ten piedad de mis miserias y pecados. Salva, víctima de salvación inmolada por mí y por todos los hombres en el patíbulo de la cruz.

Salve, noble y preciosa sangre, que sales de las llagas de mi Señor crucificado y lavas los pecados de todo el mundo. Acuérdate Señor, de esta criatura tuya, redimida por tu sangre. Me arrepiento de haber pecado y deseo enmendar mis errores. Aleja de mí, Padre clementísimo, todas mis inquietudes y pecados, para que, limpio de cuerpo y alma, sea digno de saborear el Santo de los santos. Amén."