Por: María Andrea Suárez • Colombia.com

Así fue la complicada relación entre Isabel II y Diana de Gales

Comenzaron con un vínculo distante y respetuoso, pero con el correr de los años y los problemas matrimoniales, creció la antipatía de la reina Isabel a su exnuera, la princesa Diana de Gales.

La complicada relación entre Isabel II y Diana de Gales. Foto: Royal Family
La complicada relación entre Isabel II y Diana de Gales. Foto: Royal Family

Comenzaron con un vínculo distante y respetuoso, pero con el correr de los años y los problemas matrimoniales, creció la antipatía de la reina Isabel a su exnuera, la princesa Diana de Gales.

La muerte de la Isabel II ha dado mucho de que hablar en el mundo debido a la manera en la que logró solventar todo tipo de escándalos que pusieron en aprietos, en varias oportunidades, a la familia real. Uno de los casos más impactó la estabilidad del Palacio de Buckingham fue la polémica relación de Diana de Gales y el ahora rey Carlos III. 

Por supuesto, este hecho también estuvo marcado por la relación que entablaron Isabel II y su entonces nuera. En un principio, la fallecida monarca no puso objeción alguna al matrimonio entre el heredero al trono y Diana, puesto que la joven formaba parte de una familia aristocrática y cercana a los círculos reales. 

El padre de Diana era heredero del séptimo conde Spencer y caballerizo de Jorge VI y de su hija, Isabel II. Por eso, Diana usualmente jugaba con los príncipes Andrés y Eduardo y para la reina era casi un hecho de que ella se adaptaría con facilidad a la familia. 

El primer encuentro entre Diana e Isabel II fue en el castillo de Balmoral, donde la exesposa de Carlos logró impresionar a la familia. El día de su matrimonio, Isabel II le envió a su nuera una tiara de perlas y diamantes y un collar que habían pertenecido a la reina Mary, consorte del rey Jorge. 

Sin embargo, la relación entre la monarca y la princesa de Gales era tensa y más allá que existir un cariño, se dedicaron a llevarse bien. En medio de la estresante situación de hacer parte de la familia real, el matrimonio entre Diana y Carlos comenzó a naufragar. 

A los problemas maritales se sumó la bulimia que persiguió a Diana durante varios años. Según le contó al biógrafo Andrew Morton, durante su conversación con Isabel, “me indicó que la razón por la que nuestro matrimonio se había ido a pique era porque el príncipe Carlos lo estaba pasando muy mal con mi bulimia”.

No obstante, la princesa de Gales no se daba por vencida e intentó seguir confiando sus inquietudes a la reina, quien decidió mantenerse al margen de los problemas matrimoniales entre su hijo y su nuera pese a su molestia con los reclamos que ocasionalmente Diana expresaba con los guardaespaldas, cocineros y demás personal de la Casa Real. 

La posición de la reina Isabel II generó que tanto Carlos como Diana comenzaran a ventilar sus problemas de manera pública. El primero en hacerlo fue el príncipe, quien participó de The private man, the public role, un documental que se emitió por la televisión británica y en donde admitió haberle sido infiel a Diana. 

Posteriormente, la princesa de Gales se presentó a una gala benéfica donde lució el icónico “vestido de la venganza”. Negro, escotado y corto, rompía todas las reglas seguidas por el protocolo real y fue su respuesta a las declaraciones de su marido. 

Sin embargo, la antipatía de la reina a Diana llegó a su punto máximo después de la entrevista que la princesa le concedió a Martín Bashir, en donde afirmó que “había tres personas en su matrimonio” en referencia a la relación que Carlos mantenía con Camilla Parker Bowles. 

Isabel II decidió que las declaraciones de ambos ya le habían hecho demasiado daño a la credibilidad de los Windsor y que Diana había traicionado la confianza de la familia. Por lo tanto, consultó con el arzobispo de Canterbury y les escribió una carta a cada uno de los príncipes de Gales instándolos a que se divorciaran cuanto antes. El acuerdo se concretó el 28 de agosto de 1996.

El 31 de agosto de 1997, ante la noticia de la muerte de Diana, Isabel II decidió que el fallecimiento debía tratarse de manera íntima y familiar. Sin embargo, la conmoción mundial y las movilizaciones sociales la llevaron a ordenar que la difunta princesa tuviera un funeral de Estado.

En un mensaje televisivo, la reina Isabel II definió a Diana como “un ser humano excepcional” y manifestó su admiración y respeto por la principesa, especialmente por su compromiso con la sociedad y el amor por sus dos hijos. “Nadie que conociera a Diana la olvidará jamás”, concluyó.

El día del funeral, cuando el féretro de Diana pasó frente al palacio de Buckingham, la reina Isabel II inclinó levemente su cabeza, un gesto que se salió del protocolo de la monarca, hacer pero que mostró cierta cortesía hacia lo que significó Lady Di para la familia real. 

Muchas personas alegan que un acto que vale más que mil palabras y que este último adiós limó las asperezas que existían entre Isabel II y Diana, una relación marcada por la indiferencia, la antipatía y finalmente por el respeto.