El sueño americano del Ángel de Queens

Viajar a los Estados Unidos ha sido el sueño de muchas personas y para muchos colombianos, el “sueño americano” estaba representado en el objetivo de una mejor vida y hasta de emular la historia de las grandes estrellas de la música o de la actuación.

Viendo la televisión o el cine, muchos se imaginaban caminando por las grandes y famosas calles de New York, Los Angeles o Miami, también conduciendo un auto fabuloso a gran velocidad por las largas, anchas y bien pavimentadas carreteras del gran país del Tío Sam.

Muchos colombianos, así como de otras nacionalidades, partieron con pocos centavos en el bolsillo y sin una palabra de inglés, pero con la idea de realizar ese ideal con el que soñaron desde pequeños, al principio haciendo todo tipo de sacrificios, y poco a poco, logrando adquirir algunas cosas que en Colombia no se alcanzaban sino con suerte y mucho tiempo y dinero.

¿Pero eso de ir a Estados Unidos detrás del gran sueño para terminar dando comida a los hambrientos?, para muchos parece la labor de un actor en una película o de un miembro de un grupo religioso, pero para Jorge Muñoz se convirtió no solo en un acto loable y digno de admiración, sino en una convicción con la vida y con el respeto por el ser humano.

Jorge Muñoz no es un magnate que entrega parte de su dinero a la caridad, no es uno de esos llamados filántropos, que cada vez que realizan una obra aparecen junto a mil cámaras para transmitirla a la tv y a las redes; Jorge Muñoz es un hombre sencillo que vive en New York y que se sacrifica calladamente en beneficio de quienes no están atravesando su mejor momento.

Jorge llegó a los Estados Unidos a trabajar duro y en oficios que quizás en Colombia no realizaría, pero jamás se amilanó y entre días de sacrificio, no podía ser indiferente con aquellos que no podían probar bocado y deambulaban por las calles presos del hambre y también del miedo.

A Jorge Muñoz no le sobraba nada, pero aprendió a multiplicar lo poco para hacer que llegara a todos, a Jorge no solo deberían darle reconocimientos por su corazón generoso sino por su inteligencia, habilidad y capacidad matemática, una habilidad divina para multiplicar los panes y los peces.

Jorge no es un santo, él es el Ángel de Queens, un hombre al que hay que imitar, porque donde muchos hiciéramos lo que él hace, el mundo sería un lugar mucho mejor, de eso no hay duda.