Oración poderosa de Santa Matilde por las almas del purgatorio: así se reza correctamente
Santa Matilde es reconocida por una plegaria que, según la tradición, libera almas del purgatorio. Descubre su origen y cómo rezarla correctamente.
Santa Matilde es reconocida por una plegaria que, según la tradición, libera almas del purgatorio. Descubre su origen y cómo rezarla correctamente.
Santa Matilde de Hackeborn fue una monja benedictina nacida en Alemania, que perteneció al Monasterio de Helfta, un centro intelectual y espiritual bastante reconocido en su época.
Fue reconocida desde joven por sus dones excepcionales: una voz extraordinaria, una sensibilidad espiritual profunda y experiencias místicas, visiones y diálogos interiores que fueron registrados en el libro “El Libro de la Gracia Especial”, escrito por sus compañeras.
Santa Matilde es considerada una de las santas que más habló sobre el dolor y la purificación de las almas. Sus visiones enfatizaban la importancia de orar por los difuntos y ofrecer actos de misericordia.
Esta santa dejó como legado una oración por las almas del purgatorio proveniente de las revelaciones místicas que ella afirmó haber recibido de Jesucristo. Si quieres conocerla, te la compartimos a continuación.
Oración de Santa Matilde por las almas del purgatorio
Padre nuestro que estás en los cielos, te ruego, Padre amoroso, que perdones a las almas del purgatorio por no haberte adorado como debían, sino por haberte cerrado sus corazones a Ti, que deseabas morar allí. Para expiar sus faltas, te ofrezco el amor y el honor que tu amado Hijo te rindió en la tierra y la abundante satisfacción con la que pagó la deuda de todos sus pecados.
Santificado sea tu Nombre. Te ruego, Padre amoroso, que te dignes perdonar a las almas del purgatorio por no haber honrado dignamente tu Santo Nombre, por haberlo invocado pocas veces con devoción, por haberlo usado a menudo en vano y por haberse hecho indignas del nombre de cristianos con sus vidas vergonzosas. En compensación por sus pecados, te ofrezco la perfecta santidad de tu Hijo, por la cual exaltó tu Nombre al predicar y en todas sus santas obras.
Venga tu Reino. Te ruego, Padre amoroso, que perdones a las almas del purgatorio por no haber deseado con fervor ni buscado con diligencia tu Reino, en el cual únicamente residen el verdadero descanso y la gloria eterna. Para expiar toda la indiferencia que han mostrado hacia todo bien, te ofrezco los santos deseos por los cuales tu Hijo quiso que fuéramos coherederos de su Reino.
Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Te ruego, Padre amoroso, que te dignes perdonar las almas del purgatorio, y especialmente las de los religiosos que, en vida, antepusieron su voluntad a la tuya, por no haber amado en todo tu voluntad y por haber vivido y actuado a menudo según la suya. Para reparar su desobediencia, te ofrezco la unión del Corazón Humilde de tu Hijo con tu Santa Voluntad, así como la pronta obediencia con que te obedeció hasta la muerte en la Cruz. Danos hoy nuestro pan de cada día. Te ruego, Padre amoroso, que perdones las almas del purgatorio por no haber recibido el Santísimo Sacramento del Altar con el deseo, la devoción y el amor que merece, por haberse hecho indignas de él, o por haberlo recibido rara vez o nunca. Para expiar estos pecados, te ofrezco la perfecta santidad, la devoción y el amor de tu Hijo, así como el ardiente amor y el inefable deseo que le llevaron a darnos el precioso tesoro.
Y perdónanos nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden. Te ruego, Padre amoroso, que perdones a las almas del purgatorio por los pecados mortales en que cayeron, especialmente por no perdonar a quienes te ofendieron y por no perdonar a sus enemigos. Por estos pecados, te ofrezco la amorosa oración que tu Hijo elevó en la Cruz por sus enemigos. Y no nos dejes caer en la tentación. Te ruego, Padre amoroso, que perdones a las almas del purgatorio por no haber vencido sus vicios y concupiscencias, por haber cedido a las tentaciones del demonio y de la carne, y por haberse entregado voluntariamente a las malas acciones. Para expiar estos pecados, te ofrezco la gloriosa victoria con la que tu Hijo venció al mundo y al demonio, así como su santísima vida con sus obras y fatigas, y su amarga Pasión y Muerte. Líbranos a nosotros y a ellos de todo mal y de toda aflicción por los méritos de tu amado Hijo, y llévanos al reino de tu gloria, que no es otro que tu gloriosísimo Ser.
Amén.