[OPINIÓN] El Gobierno nos vendió un "pánico moral" en Bogotá
El vandalismo en Bogotá existe; el uso de este por parte del Gobierno colombiano, también.

El vandalismo en Bogotá existe; el uso de este por parte del Gobierno colombiano, también.
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La teoría del “pánico moral” se refiere al momento en que “un episodio, una condición, una persona o grupo de personas han sido definidos como una amenaza para los valores e intereses de una comunidad”.
¿Enredado? Voy a explicarla paso a paso con un ejemplo fehaciente y real: la noche del 22 de noviembre en Bogotá.
1. Se aplica la acción democrática
El 21 de noviembre el país se paralizó. El Paro Nacional (amenaza) atrajo cientos de miles de personas a las calles de Colombia para luchar contra las reformas laborales y pensionales del presidente Iván Duque, así como contra las políticas educativas y de salud implementadas por su gobierno. Igualmente, la defensa por los líderes sociales e indígenas hizo parte de este clamor.
Ahora bien, decir que el vandalismo, en el caso de Bogotá, no llegó junto con los miles de personas que salieron a manifestarse, sería querer tapar el sol con un dedo; después de todo, las 26 estaciones de TransMilenio destruidas son solo una muestra de ello.
Sin embargo, negar también que el vandalismo beneficia al Gobierno Nacional en su afán por cohibir la libre protesta de los ciudadanos, sería hacernos los locos frente a un secreto que se escucha a gritos en la ciudad. Y eso es lo que explica el segundo punto.
2. El Estado genera el pánico
Las calles oscuras en Bogotá eran el escenario perfecto para que los delincuentes quisieran ingresar a los hogares de los ciudadanos y saquear lo “que con esfuerzo y dedicación” han obtenido. Así lo expresaban las “confiables” cadenas de WhatsApp.
Anoche, en menos de una hora, todos nuestros contactos tenían familiares, amigos, padrinos, amantes y conocidos en las instituciones de seguridad de la ciudad. “Mi tío de (ponga el nombre que quiera: Inpec, Policía, Sijin, Gaula, Fiscalía, etc.) me dijo que los “venecos” se están armando y están esperando que sean las dos de la mañana para entrar a los conjuntos residenciales y robarse absolutamente todo. ¡Atentos todos!”, es uno de los mensajes que simplemente parafraseo.
El objetivo inicial se logró: se había puesto la semilla del miedo, ahora solo debía regarse un poco más.
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Los habitantes de los conjuntos empezaron a buscar sus palos, varillas, cuchillos y sartenes para proteger a sus familias. Todo servía, incluso, las armas de fuego que sorpresivamente empezaron a salir del anonimato. “Los vecinos están como bien “engallados”, pensarían algunos.
Pero hacían falta algunos pequeños ‘falsos positivos’ para que el miedo creciera. En algunos sitios los vándalos empezaron a llegar, increíblemente, en camiones de la Policía o en compañía de algunos uniformados. Raro, ¿no?
Sin embargo, lo extraño no para allí. Justo cuando los delincuentes ingresaban a los conjuntos, dichos uniformados se desaparecían. Las alarmas no eran suficientes para que aparecieran, aún cuando se tenía conocimiento del caos colectivo que desde horas antes se había propagado por la ciudad. Lo mejor es que los vándalos metieran un poco más de miedo. Dejar que el terror hiciera lo suyo.
Finalmente, resultó. El desconcierto se apoderó de todos. “Dios mío, mi tía me dijo que llegaron al conjunto de al lado. Ya vienen para aquí. Cualquier malp***** que se mueva, le doy”. De esa forma la violencia se apoderó de todos. La psicosis reinó y los disparos empezaron a oírse. No sabían a quién le apuntaban, pero era un extraño, tenía cara de “ñero” y es mi enemigo. "Así lo indicaban mis autoridades y yo les creí".
3. Se crea una necesidad
De esta forma, la necesidad de la fuerza aparece. El orden (viciado por las autoridades) debe reestablecerse y las Fuerzas Armadas son la única salvación. “¿Dónde está el Ejército?”, “Denle plomo a esos desgraciados”.
4. Entrada triunfal
Ya con todos entregados al pánico, es momento de actuar. Horas después de que se “registraran” los “cientos” de casos de saqueo, las autoridades aparecieron. Los helicópteros empezaron a sobrevolar la ciudad. El Ejército empezó a recorrer las calles y los Policías llegaron por montón.
5. El Estado salvador
“Por fin llegaron”, es el soplo de paz que sintieron muchos. No se capturó a nadie. Nadie robó nada y desaparecieron de un momento a otro; pero esos extraños detalles no importan. Ya no están y eso es lo relevante aquí. ‘El Salvador’ había llegado, y “si los vándalos se esfumaron es porque ellos están aquí. Su sola presencia fue NECESARIA para que todo vuelva la normalidad”.
Así funciona esto. En sencillos pasos el Estado y Gobierno transforman un inconformismo legal hacia ellos en un enemigo público que casi acaba con el “orden” de la sociedad establecida; mejoran su imagen y crean una necesidad permanente en el pueblo.
Las mentiras y el miedo son necesarios en una democracia, y los “saqueos” de ayer en Bogotá son muestra de ello.