Reguetón: El negocio de la insignificancia

En la música también le debemos apostar a la calidad más que a la cantidad.

Colombia.com - Opinión
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En la música también le debemos apostar a la calidad más que a la cantidad.

Cuando empecé esta columna tuve claro dos cosas. La primera, era que dejaría sentada mi postura desde el inicio para que el lector supiera desde qué posición le estaba hablando. La segunda, era que no pretendía la colonización del otro, sino un debate reflexivo y abierto a las críticas.

Tengo claro que nunca me ha gustado el reguetón. Pero también tengo claro que no voy con las “investigaciones” que concluyen, de manera insensata, que las personas que escuchan este género son menos inteligentes. De hecho, detesto encontrar un titular de ese talante, porque considero que desprecia toda clase de manifestación cultural y prepondera la exclusión.

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Pero, cuando me preguntan: ¿Cuál es el significado del reguetón en la sociedad? Inevitablemente recuerdo las letras que de manera inconsciente mi memoria guardó y a las que nunca les encontró uso, porque, en pocas palabras, nunca me sirvieron para nada.

Muchas de ellas son apologías a los modelos grotescos, sexistas y traquetos de esta sociedad. Resulta insoportable que en la misma estética del reguetón se ovacione el dinero fácil, la vida despreocupada, la sumisión del sexo opuesto, las drogas y la violencia. 

Son tan cliché, que desde su origen, en 1989, el ritmo repetitivo y pegajoso sigue acompañado de las composiciones más básicas. Se me viene a la cabeza las letras de 'Te ves buena', 'Muévelo' de 'El General', precursor del reguetón en Panamá, cuyas letras posicionan a la mujer como un objeto de satisfacción.

"Me gusta chica cuando mueve la cintura,
Son más sabrosas que la miel de abeja,
Todas las feas tapen en su vela,
Este gaño quiere a estela,
Quiero a Emilie también a Palema,
Pero no quiero ningún chico mariposa,
Son muy raros si vienen con su cosa"

Este género que nació del reggae, y que en principio buscaba reflejar las vivencias de los inmigrantes de Trinidad y Tobago o de Jamaica, asentados en Panamá, se dejó conquistar por la industria del mercado para acaparar la atención del público, a través de letras sencillas y digeribles. Preponderando la estética sobre la ética. 

Por eso no es coherente que mientras condenamos el maltrato a la mujer, la violencia intrafamiliar o el feminicidio, aclamemos y cantemos a grito pelado las letras faltas de contenido, poco críticas y razonables, cuando el mundo está exigiendo que seamosmás conscientes de nuestro actuar.

El reguetón no está a la altura del contexto político, económico y social que enfrenta el mundo. No responde a los interrogantes y preocupaciones que afanan a millones de personas que son víctimas de actos violentos e intransigentes.

Quizá, como pensaría Max Horkheimer, filósofo, sociólogo y representante de la Escuela de Frankfurt y la Teoría Crítica, “la industria cultural antepuso el valor mercantil de los productos sobre su calidad cultural” y ahora el reguetón sólo atesora ideas vacías y sin fundamentos, para que continuemos en un letargo mental.

Diana Hernández / Colombia.com