Una dieta sana para aumentar el coeficiente intelectual
La mala alimentación durante la infancia afecta al desarrollo cerebral.

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La mala alimentación durante la infancia afecta al desarrollo cerebral.
Comer papas fritas, chocolate y dulces puede ser perjudicial para la inteligencia de los niños. O dicho de otro modo, el coeficiente intelectual de los niños aumenta cuando mantienen una dieta sana.
Las conclusiones de un estudio de investigadores de la Universidad de Bristol, Reino Unido, sobre hábitos alimenticios indican que la mala alimentación durante la infancia puede afectar al desarrollo cerebral en estas edades.
En concreto, estos investigadores analizaron las pautas de consumo de un total de 3.966 niños de entre tres y ocho años, entre los que fueron capaces de distinguir hasta tres tipos de dieta: una con alto contenido en grasas, azúcares y comidas preparadas; otra rica en carne y hortalizas, y una última consistente en un consumo abundante de verduras, frutas y pescado.
Tras someterse a diferentes pruebas de coeficiente intelectual a lo largo del estudio, los investigadores detectaron una relación con la dieta, incluso mayor que la observada con otros factores como la clase social o la duración de la lactancia materna.
De este modo, una dieta con alimentos procesados a los tres años estaba vinculado a un índice de inteligencia ligeramente inferior al de los niños de ocho años, lo que muestra el impacto a largo plazo de una mala alimentación.
Pauline Emmett, la autora del estudio, que publica el Journal of Epidemiology and Community Health, asegura que "el desarrollo del cerebro es mucho más rápido en los primeros años de la infancia".
20minutos.es
Las conclusiones de un estudio de investigadores de la Universidad de Bristol, Reino Unido, sobre hábitos alimenticios indican que la mala alimentación durante la infancia puede afectar al desarrollo cerebral en estas edades.
En concreto, estos investigadores analizaron las pautas de consumo de un total de 3.966 niños de entre tres y ocho años, entre los que fueron capaces de distinguir hasta tres tipos de dieta: una con alto contenido en grasas, azúcares y comidas preparadas; otra rica en carne y hortalizas, y una última consistente en un consumo abundante de verduras, frutas y pescado.
Tras someterse a diferentes pruebas de coeficiente intelectual a lo largo del estudio, los investigadores detectaron una relación con la dieta, incluso mayor que la observada con otros factores como la clase social o la duración de la lactancia materna.
De este modo, una dieta con alimentos procesados a los tres años estaba vinculado a un índice de inteligencia ligeramente inferior al de los niños de ocho años, lo que muestra el impacto a largo plazo de una mala alimentación.
Pauline Emmett, la autora del estudio, que publica el Journal of Epidemiology and Community Health, asegura que "el desarrollo del cerebro es mucho más rápido en los primeros años de la infancia".
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