[OPINIÓN] No es tu culpa Claudia, es la cultura violenta de Colombia
El protocolo de Claudia López sigue siendo una utopía en un país en el que la violencia siempre será la primera y última opción.

El protocolo de Claudia López sigue siendo una utopía en un país en el que la violencia siempre será la primera y última opción.
Las ideas y opiniones expresadas en esta publicación son las del autor y no necesariamente reflejan la opinión ni posición de Colombia.com
Aunque sea una realidad que queramos negar, los extremos en Colombia aún siguen controlando el actuar y analizar político y social del país. Los colombianos no podemos concebir una nación sin guerra, ya sea ideológica o física, pues la radicalización es un sentir que nace desde lo más profundo de nosotros: o es blanco, o es negro. Los grises no existen y es algo que tampoco queremos experimentar.
El ejemplo más próximo a nuestra realidad son las movilizaciones sociales que desde hace algunos meses se han venido presentado en la mayoría del terreno colombiano.
Para cientos de colombianos, estas manifestaciones son solo un ejemplo de una nación "enferma" que busca en el vandalismo una forma de desequilibrar el actual Gobierno y así "traer el socialismo castrochavista" que se apoderó de Venezuela desde hace dos décadas.
Por otro lado, para otros, estas protestas son el ejemplo de un incoformismo general que presenta el pueblo en contra de una "oligarquía" que hace más de 200 años aha venido gobernando y "esclavizando" a su antojo a una mayoría que simplemente se cansó. Para este sector de la población, la única solución es desmontar las autoridades actuales y, en muchos casos, la redacción de una nueva constitución.
Y de esta forma la polarización sigue.
Con todo esto, los extremos muchas veces se unen, y el detalle que coacciona a los "pro-paro" y a los "pro-gobierno" es, nada más ni nada menos, que la violencia; la misma que por años ha manejado los hilos de este país.
Para unos, el Esmad es el salvador de un pueblo que se encuentra perdido por "las ideas socialistas" de Gustavo Petro; mientras que para los otros la protesta pacífica no logrará cambios de relevancia en un país contaminado por las ideas "neoliberales" de Álvaro Uribe.
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La utopía bogotana
Ahora bien, en medio de estas doctrinas (ambas dañinas), están las ideas que tratan de traer una transformación a la forma en la que se visibiliza la sociedad y las críticas que emanan de esta.
Desde el pasado 27 de octubre, cuando supe que Claudia López llegaría al poder en Bogotá, mi sensación fue más de temor que de tranquilidad. El pasado 'camaleónico" de Claudia la precede, y, hoy en día, es algo que no deja de pullar en mi mente.
Sin embargo, hoy, 22 de enero, debo colocarme de pie, quitarme el sombrero y aplaudirle. Aunque polémico y muy cuestionado, el protocolo para el manejo de las manifestaciones en Bogotá, es el primer escalón que nos lleva a dar una pequeña saboreada al siglo XXI en Colombia
La no estigmatización de los manifestantes y el diálogo como primera instancia, son dos factores que hacen de esta estrategia una de las más importantes en el país. Tal vez no sea algo nuevo, ni mucho menos original, pero sí lógico; una cualidad que muy pocos dirigentes en el país pueden presumir.
Está bien, muchos me dirán: "¿de qué le sirve hablar de paz y diálogo, si finalmente tuvo que enviar a la fuerza pública para disipar algunas marchas?" o "el protocolo de Claudia es noble con los vándalos y cruel con nuestros policías". Está bien, son formas de ver las situaciones, cada uno tiene una perspectiva ante los hechos actuales; y como no soy la excepción, yo tengo la mía.
De 20 marchas que se presentaron el 21 de enero en Bogotá, solo 4 terminaron en desastre, si es que lo podemos llamar así. Por supuesto, los medios de comunicación tienen sus intereses, y entre más sangre y pelea muestren, pues más audiencia bajo sus pies, y, como es lógico, más billete.
A una persona con una cámara no le interesa mostrar los cánticos de cientos de personas que forman pacíficamente, o las intervenciones artísticas que se desarrollaban en medio de las largas caminatas por la ciudad. No, eso no vende. El morbo y dolor son necesarios para este país; y es precisamente esto lo que le critican a la alcaldesa bogotana: más violencia; más represión.
Tranquila, Claudia, lo que ha ocurrido en estos días no es culpa de tu Administración. El único error aquí es pensar en un protocolo tan radical, que atenta contra el espíritu violento del colombiano promedio. Tu idea no es mala, solo un tanto utópica para la sociedad colombiana de hoy.
Nota: Cabe recordar que aquí el verdadero tema a seguir no es la forma cómo el Distrito lidia con las manifestaciones en Bogotá, sino las problemáticas que obligan a la gente a manifestarse. No tratemos de expropiar las culpas de Iván Duque y su gobierno en la Alcaldía de la capital.